domingo, 31 de enero de 2010

Spa-ntosa

Si alguien tiene una receta para que el micro de larga distancia no me devaste por completo, que avise.
Quiero pensar que no soy la única, pero la verdad es que los demás parecen bastante enteros. En mi caso, es increíble el modo en que un par de horas a bordo de ese vehículo me va deteriorando por completo: me lleno de migas, me vuelco ese café horroroso, se me arruga la ropa, me despeino y el pelo queda electrizado hasta 8 horas después del descenso.
Como si todo eso fuera poco, el baño inhóspito de los micros se convierte en la antesala del infierno de la belleza: la luz, combinada con ese espejo enorme, me pone al descubierto las cejas mal depiladas, los granitos que en el tualé de casa no se ven, las ojeras, la piel levemente gris por no sé qué cosa, la cabellera imposible, el hecho de que insólitamente estoy vestida como una mendiga de la Edad Media y una sonrisa amarilla como el sol.
Siempre deseo que nadie venga a buscarme a la terminal y me vea en ese estado. Hay algo en ese trayecto que lentamente me va destruyendo y no llego a saber qué diablos es.

sábado, 30 de enero de 2010

Inquietud

Pasamos por las remeras de Fido Dido, el Dinkie Dino, el Efecto 2000, el hit de queteclavoqueteclavolasombrilla y otras genialidades. La pregunta es:

¿El centrifugador de verduras es la gran mentira del verano 2010?

Yo ya regalé uno y me compré otro, aclaro.

jueves, 28 de enero de 2010

Carneros

Basta de hombres que miran con cara de sufrimiento cuando se desocupa un asiento del colectivo entre una mujer y ellos. Subordinándose con dolor al ritual de caballeros de ceder ese lugar al sexo femenino, algo en ellos se rebela y piensan que podrían, por esa vez, transgredir esa costumbre. Así, ponen cara de "me voy a desmayar del cansancio" y dejan 1 segundo para que te sientes, mientras te observan con gesto de dolor.
Obvio, siempre les digo que se sienten ellos, pero pienso si ya no teníamos suficiente con las señoras que, sólo en esa circunstancia, quieren aparentar más años y más achaques para ganar el premio de la sentadera. Siéntense y pongan cara de póker, insoportables.

martes, 26 de enero de 2010

Cocardas

Como a la tarde no se puede trabajar en la computadora de mi estudio, tal el calor agobiante que me ataca apenas traspaso la puerta, me dedico a un placer lobotomizante sobre el que ya he escrito: pispear los programas de chimentos mientras me preparo el almuerzo, mientras estudio o mientras acomodo la casa. En una de esas caídas mentales, sintonicé a Lía Salgado en el 26TV —porque si la hago, la hago bien— que, por supuesto, estaba dando testimonio de los veraneantes indignados por la Hiena Barrios. Dejando a un lado lo terrible de los hechos, vamos a lo que siempre le ha importado a este blog: la bizarrez. Entre todos (yo sola, en enero, no puedo), sumemos:

son turistas que eligieron dilapidar sus ahorros de vacaciones en la abigarrada Mar del Plata
+
hace calor pero están frente a las cámaras de televisión
+
decidieron no ir a la playa para manifestarse en contra del boxeador cuya carrera duró tanto como un rompeportones
+
todos vieron, estuvieron, escucharon y putearon
+
todos desconfían de la justicia pero piden que la justicia no lo saque más de la cárcel
=
caldo de cultivo para disparates

Así, una señora con cara de pájaros espantados dijo, para destacarse entre la multitud que quería hablar sí o sí:
—¡Yo soy abogada!
El cronista chimentero, entusiasmado por la posibilidad de encontrarse con alguien que estudió más de tres meses y con la ropa puesta, viró de inmediato hacia la mujer:
—Muy bien, acá tenemos una abogada. ¿Qué nos quiere decir al respecto?
—Que por qué lo llevaron a esa comisaría y no a la comisaría número blablablá que es la que tiene detenidos o a la unidad blablablá que tiene...

Lía Salgado, condescendiente con los impresentables y dura con los cholulos, interpeló:
—Discúlpeme, pero si quiere hablar como abogada tendrá que decirme su nombre y apellido, su matrícula y blablablá. Si no, no.

La mujer, a quien se le había ido el efecto de las pastillas y se dio cuenta de que se había mandado cualquiera, huyó raudamente en cuanto el periodista acomodó el micrófono y comprendió que tendría que buscar otros locos.
La pregunta es:
¿Desde cuándo los aneuronales que salen en TV presentan títulos para afirmar sus barrabasadas?
Todos sabemos que, si aceptamos esa mala costumbre, el truco de mirar televisión a las 3 de una tarde con intenso calor es que cualquiera diga cualquier cosa, que todos se armen un circo de condecoraciones y que, después de un rato, apaguemos la TV para ir al mundo real con la leve sensación de que siempre es mejor la vida de este lado. Si van a empezar a pedir verdades, enciendo la radio y me aburro con la AM.

lunes, 25 de enero de 2010

Espía

Hace calor en el estudio. Tanto calor, que aunque las cortinas están corridas y la luz apagada, transpiro como un obrero portuario. Pongo un poco de música para aligerar la velada y, como es de costumbre, hablo sola sobre la canción, sobre el calor, sobre el trabajo que tengo que hacer o sobre dónde querría estar en ese preciso momento. Voy cantando a los gritos y se me van mezclando la letra de la canción con las palabras que se me pasan por la cabeza o las que estoy leyendo, hasta que se forman combinaciones que dan vergüenza y demuestran mi escasa memoria musical. Pero, como si toda esta lid fuera poco, tengo que manejar la curiosidad de mi concubinovio, que siempre está intrigadísimo por saber qué hago cuando pongo música y estoy sola. A escondidas, quiere verme bailar, hablar sola, saltar o alguna actividad rara que él cree y a veces sabe que yo realizo con 37° C a la sombra. Siempre que me descubre, entra con una risa de triunfo y yo, un poco sorprendida, trato de hilar la conversación de tal manera que parezca que hago algo normal, que no estoy parloteando con una personificación de mi sudor y, sobre todo, que en realidad no me molesta ni me da vergüenza esta intromisión en mis pavadas íntimas y cotidianas.
Obvio que jamás diré todas mis opciones con música y en soledad. Sólo destaco que el trabajo, el calor y el espionaje suman mucho para un mismo día de enero en Bs. As., sin agua cerca y con cosas para hacer.

viernes, 22 de enero de 2010

Tesoro

El verano pasado, ocupaba mis espacios bizarros mirando por TV a un cronista de Crónica que, en Parque Norte, le preguntaba a las chicas pechugonas si habían venido a la pileta con sus hermanas. Parece que tanto arte lo llevó hacia algún lado no televisado, porque las notas en Parque Norte están, mas ese poeta periodístico no.
Tal el panorama, debo confesar que el 2010 me encontró un tanto desahuciada. Pero esos días terminaron: encontré mi perla de neón en el cable. Sintonicen, por favor, Fútbol Show en el canal Telemax (sólo oeste y aledaños), los domingos a la noche —los sábados también sale al aire, pero al día siguiente hace más efecto, como la fruta pasada—. Reinas del reggaetón, imitadores de lo incomprensible, felinos indescriptibles, notas con famosos clase Z y reporteros ídem, un conductor inaudito y sketches dignos del más impávido botellazo. Gracias por tanto.

miércoles, 20 de enero de 2010

Penitencias

Suele decirse que una labor es "un sacerdocio" cuando se le quiere atribuir más esfuerzo del que realmente demanda. O tal vez requiera tanto trabajo, pero lo cierto es que se desea que eso se note. Bueno, el trámite de sacar unas 300 fotocopias en enero consistió en el choque de dos sacerdocios: el que fotocopia y la que encarga (es decir, yo).

Antes de tener las fotocopias: el encargo
Rosario, lunes 11 am.
—Hola, qué tal. Mirá: tengo que sacar muchas fotocopias de diferentes libros y cuadernos y hoy me voy para Buenos Aires. ¿Se pueden tener para hoy antes de las 6 de la tarde?
Respuesta 1° local: no, ni loca. Esto me lo tenés que dejar y te lo hago en un par de días, porque si no se me recalienta la máquina.
Respuesta 2° local: ahora tengo sólo impresora láser, 40 centavos la copia. Creo que te va a salir mucho, ¿no?
Respuesta 3° local: creo que llegamos, pero el tema es que tendrías que venir 6 o 6 y media, porque cerramos toda la tarde, dado que nadie encarga fotocopias en enero, ¿viste?
Respuesta 4° local: hacemos lo que podemos, pero en general tendrías que venir justo cuando abrimos, para que podamos tenerte el pedido a eso de las 7 de la tarde.
Respuesta 5° local: si se trata de cuadernos a los que se le puede quitar el ganchito, o de anillados que podemos desarmar, el encargo va en el día. Si es un libro, sí o sí queda para el día siguiente, porque hay trabajo manual de pasar las páginas.

Al final, los autores de la respuesta 4 y la 5 se pusieron las pilas y, cada uno con su estilo, me completaron el encargo. La segunda parte transcurre en una librería de Buenos Aires.

Después de conseguir las fotocopias: el anillado
Floresta, martes 18 hs.
—Hola, ¿qué tal?
—Y, ahora que te veo a vos, ¿cómo voy a estar? ¡Mejor!
—Bué. Igual, el verano nos devasta, así que es lo que hay. Menos mal que por lo menos la gente se fue.
—¡Es lo que digo yo! Hay que aprovechar el verano en Buenos Aires.
—Y sí, e irte en marzo en contra de todos los que vienen.
—Mirá, no digas más porque me muero de la alegría. ¡Por fin alguien en este mundo que me da la razón! Llegás temprano a todos lados, vas en moto tranquilo, porque es la verdad: los chorros se fueron para la costa, los negros también, así que la ciudad es una maravilla.
—Eh, bueno, mirá, yo tengo estos dos bloques de fotocopias para anillar...

Lo dicho: hay actividades de riesgo que se esconden detrás de los deberes más aburridos. Hay que tener cuidado.

martes, 19 de enero de 2010

Tarde

Era raro que, llegando a todos lados tarde, nunca me hubiera pasado. A veces me lo preguntaba. Pero al final sucedió: me perdí un micro a Rosario por 10 minutos y me sentí la más tonta de toda la terminal de Retiro. Aunque no estaba sola, los que tenemos problemas con el tiempo siempre creemos que la culpa de no llegar es nuestra. Conseguimos dos pasajes para la siguiente hora y, mientras esperábamos aferrados al tramo de plataforma en el que podía aparecer nuestro "servicio", tuve que sacar algo positivo del suceso, así que le dije a mi concubinovio:

—Imaginate si esto nos pasaba un par de años atrás. Yo, llorando en la puerta de la terminal. Vos, echándome la culpa. Los dos, llamando a los amigos de Rosario diciendo "No vamos este fin de semana".
—Sí, puede ser.
—Al final, intentás ahorrar plata, no malgastarla, y la terminás tirando en las cosas más tontas.
—Por eso: no hay que ahorrar plata, es lo que siempre te digo.

Luego de estas elaboraciones matutinas, saqué el mate y me dispuse a olvidar los 4 pasajes para 2 personas de esa mañana de viernes. Y bué.

viernes, 15 de enero de 2010

Enfrío

El verano es una porquería y de eso ya hemos hablado mucho en este blog. Sin embargo, si alguien tiene el truco para hacer que mis pies se enfríen al acostarme y me dejen dormir, lo agradecería a montones. La habitación está fresca, yo estoy confortable y sólo están ellos, insufribles, que levantan temperatura como si estuvieran recordando el camino de todo el día.

jueves, 14 de enero de 2010

Amores

Durante todo un invierno, esquivé con estoicismo la bicicleta del delivery que era propiedad del novio de mi vecina. Ella es una post-adolescente de unos 18 años, cuyos rasgos generales se resumen en una frase consensuada por mi concubinovio, el hombre de la casa —ergo, no estoy hablando desde la envidia—: "es la que estuvo bien hasta esta edad pero no va a durar hasta los 20 y pico. Es más: ya no está durando". El "durar" puede asociarse con, por ejemplo, ponerse una calza blanca, algo desconocido por mis piernas/glúteos y calculo que por los de muchas otras mujeres también.
Regreso al relato: mi vecina tuvo un novio repartidor durante poco más de un invierno y, como no le estaba permitido zaguanear en su casa, lo hacía en el pasillo del ph. Entonces, yo salía a sacar la basura y allí estaban ellos, en la oscuridad. Ella miraba con cara de circunstancia y él me saludaba como si fuera la suegra. Un día, esos tiempos se terminaron y, una noche de murga, él nos encontró (a Luciano y a mí) y nos saludó con ese dejo de "te conocí en un lugar al que no voy más".
Así pasaron los meses, sin amigas a la vista y ella descendiendo de coches anónimos cargados de 2 ó 3 muchachones. Hasta que se quedó con uno, o uno se quedó con ella. Ese mismo —bermudas grandes, gorrita, tintura rubia— es el que ocupa de nuevo un cuarto del pasillo en la oscuridad, noche por medio de este verano. Hace un ratito (00.10 am) llegué a casa, vi la puerta entreabierta y me asusté. Me asomé con cautela, pero falsa alarma: era ella, que estaba con los bordes del corpiño sobresaliendo mucho de la musculosa, frente a él en diagonal con los hombros sobre la pared —cual tabla de lavar donde la ropa se frota—, y dos vasos en el piso. Yo no pude más que decirle "ay, chicos, sigan con lo suyo, ya parezco una vieja interrumpidora".
Hoy me incomodé tanto, que tuve que ensayar una mala broma dentro de frases de circunstancia. Pero la próxima me guardo una promoción de descuento de moteles, de las que te dan en la calle, y se las doy. Todo sea para que no me hagan sentir mal.

domingo, 10 de enero de 2010

Infaltable

No basta con que haya calor, mosquitos, lluvias decadentes, edificios de más, colectivos de menos y una creciente incertidumbre sobre qué diablos hacer durante enero si uno/a se queda en la ciudad.
No, esa sumatoria de inquietudes cotidianas no alcanza.
Tenemos que recibir, seguir y celebrar al Rally Dakar.
Cuando el 1° de enero pasé por la autopista y vi las hordas de gente que esperaba para aplaudir a los 5 coches por hora que pasaban por ahí, debí haberme imaginado lo que vendría.
Odio el Dakar, me fastidia y me parece que es un castigo divino para quienes sobrevivimos este mes con cierta sobredosis de TV en Buenos Aires. Detesto que sea noticia, que haya que vivar a los participantes argentinos, que tengamos que entristecernos por los que se autodestruyeron sacando una foto a orillas del guardaraid (¿así se escribirá?) y, sobre todo, que debamos informarnos y debatir sobre el supuesto complot de los "hermanos Patronelli en su categoría de cuatri".
Si quiero pasar mi tiempo con cosas que no sirven para nada, miro los programas de chimentos o los canales bizarros del oeste que me regala telecentro. El Dakar me parece un auténtico y reverendo bodrio. Que abandonen todos o que se termine pronto.

sábado, 9 de enero de 2010

Galán

En este sábado de calor, cumplo con una visita periódica a Lanús para darle de comer a las gatas de mis padres. Paso una vez cada 2 ó 3 días, para corroborar que se las pueden arreglar muy bien solas y que comen mucho menos de lo que les dejo. Pero de eso no iba a escribir.
Para llegar hasta la casa de mis padres, debería caminar las 12 cuadras que separan su morada de la Estación Lanús. Pero en días de horno como hoy, tomo el colectivo. El 45, para más datos, que viene del tumulto del centro, hace su última parada ultra-urbana en la estación —donde nos subimos los últimos pasajeros— y luego recorre calles internas, de barrio, en los que pareciera olvidar que pasó por Costanera, Maipú, Chacabuco o cualquier otra calle totalmente embotellada, para aplicar velocidad crucero y disfrutar del asfalto desierto. Pero de eso tampoco quería escribir.
Sucede que, a bordo del 45 —cuyo viaje tan corto no es apto para leer—, miré el trayecto por la ventanilla. En la calle Carlos Gardel, que nunca termino de saber si es agradable o un asco de anodina, se besaba una pareja de 18 años aprox. Él, contra la pared, vestía la prenda que me remontó a los muertos en el placard que todas tenemos. Y, borrando referencias, no obstante me acordé de un hito que, todas las que fuimos adolescentes en los 90, seguramente vivimos: el novio que sólo usaba jogging. Verano o invierno, entrevista laboral o día de pileta, el pibe siempre lucía un asqueroso pantalón de gimnasia color gris oscuro, de ésos que también usan los octogenarios —sólo que a esa edad lo combinan con una camisa a cuadros. Sus camperitas de moda, adidas o símil, jamás pudieron compensar la horrible elección de indumentaria, y aún así se daban el lujo de pasar a buscarnos por nuestra casa o de esperarnos en una esquina.
Por eso, en este infernal sábado de 35° C a la sombra, quiero rendir un homenaje a esos soldados del mal gusto, que en días como hoy soportaban la friza sobre sus piernas y aledaños como si fuera la más sutil de las sedas. Tributo brindado, sí, pero a una prudente distancia. Puaj.

jueves, 7 de enero de 2010

Ansiosos

Hoy viajé en subte, a la ida y a la vuelta, con dos mujeres distintas —una por cada trayecto— que tenían una gran verruga, redonda y abultada, en el rabillo del ojo derecho. Nunca había visto ese accidente geográfico facial y encontrármelo dos veces en el mismo día me pareció curioso.
Mientras pensaba en esto, me di cuenta de una gran necesidad que tenemos los pasajeros de subterráneo: deberíamos salir y entrar por distintos pasillos, de manera que no nos crucemos. Esto no tiene ninguna finalidad separatista porque sí: cuando nos enteramos de que el subte recién llegó y que todavía nos falta sacar la tarjeta, bajar escaleras y pasar el molinete, nos sumimos en una angustia transportista colectiva. Pensaba que sólo a mí, siempre llegando tarde y siempre haciendo idioteces, me pasaban estas cosas, pero no: hoy, mientras salía de Plaza de los Virreyes hacia el cruce ultrapeligroso de colectivos por Eva Perón y todas sus intersecciones —donde, no obstante, hay un clima agradable y sopla un viento fresco—, vi cómo, al observar que llegábamos y salíamos a la superficie, muchas personas se lanzaban sobre los coches al trote para alcanzar ese "servicio" que recién nos había depositado en el andén, como si fuera el último o el mejor. Eso mismo sucede en los 15 mts. curvos de Estación Constitución, en las escaleras inhóspitas de Bolivar y en el espacio siempre lleno y sucio de Retiro. De hecho, yo cumplo con ese ritual en todos y en cada una de las locaciones citadas.
El peligro imbécil nos acecha en cada esquina de esta ciudad. La ansiedad por lo más tonto, también. Por eso,
habiendo tantas refacciones innecesarias en CABA (dobles, triples, cuádruples manos; boulevards que aparecen y desaparecen; playas sin arena ni mar), que olvidan lo urgente (escuelas, hospitales, hogares, etc.): pongámonos a tono con la tendencia:
¡Reclamemos nuestra reforma acerebral —un pasillo para salir y otro para entrar, sin que sus circulantes se vean entre sí— y seamos felices en el subte!

miércoles, 6 de enero de 2010

Así

Cuando salió la noticia de la muerte de Sandro, lo primero que pensé es todo lo que hubiera llorado mi abuela Virginia. Creo que lo mismo me va a pasar con Mirtha Legrand, Susana Giménez, Gerardo Sofovich, Silvia Süller y Jacobo Winograd (bueno, cada uno tiene la tradición cultural que puede, no se hagan los caretas).
Pero luego de estas evocaciones, por suerte mi concubinovio me extrae de las melancolías que me regala la tevé:

Lucho: uy, mirá, en la puerta de la clínica hay un cartel que dice "Ídolo, feliz 2010". No fue muy feliz, por lo que se puede ver.
Yo: claro, la fan se jugó demasiado. Lo raro es que todavía deje pegada la cartulina. Yo la hubiese sacado y me la estaría comiendo ahora mismo.
Lucho: ¿cuánto tiempo va a pasar antes de que aparezca el primer milagro obrado por Sandro?
Yo: ahora mismo está sucediendo. Alguien se salva mientras Sandro se muere, así funcionan las cosas. ¿O vos me querés decir cuánto tiempo va a pasar antes de que se difunda?
Lucho: no, pienso que ahora van a aparecer las curaciones milagrosas y todo eso. Como Gilda.

(Cuando nombramos a Gilda, ambos nos ponemos de pie. Luego, continuamos con la charla.)

Yo: en realidad, lo que me pregunto es cuánto tiempo va a pasar hasta que aparezca la viuda de Anderle, reclamando lo que dice que Sandro le quitó.
Lucho: ah, la viuda de Anderle. Porque Anderle lo va a cagar a palos.
Yo: sí, lo está esperando desde hace décadas para surtirlo. ¡Qué lindo encuentro!

Igual, yo estoy del lado de Sandro. Un churrazo.

lunes, 4 de enero de 2010

Observación

Y si hay algo que tengo que hacer en el 2010 es analizar cómo formulo mis quejas más estúpidas.
Simples reclamos, que tienen que ver con el pedido de cuidado, con diferencias de estilos o con netos caprichos.
Porque cada vez que sugiero algo del modo en que se reclama —esto es, de un modo poco constructivo pero no todo el tiempo se puede ser polite, qué feo ese término—, parece que el mundo se desmorona y lo que dije siempre fue terrible, inusitado, inexplicable, injusto y boicoteador. Claro, después la bola se agiganta y ya no me enojo por el origen del problema —que, en sí, era bastante idiota—, sino por las contestaciones. En fin, tendré que hacer algún curso para emitir mis observaciones quejosas del mismo modo en que lo hacen los demás, que a cambio se ganan un "está bien, tenés razón" o un "uf, no seas pesado/a, después arreglamos". Y nada más.
Mientras, como no puedo hacer demasiado al respecto, pongo Boys don't cry en la PC , que es un cliché pero me levanta el ánimo, y muevo la cabeza mientras escribo. Lástima que es un tema corto, así que este post finaliza bastante después de los últimos acordes.

domingo, 3 de enero de 2010

Haber

Para marcar tendencia, aquí va el balance retrospectivo.

¿Por qué dejé pasar el 2009 sin...
  • colgar las cortinas de mi estudio?
  • conseguir otra biblioteca?
  • contratar a alguien para que ayude a limpiar los innumerables vidrios de esta casa?
  • comprar una sombrilla para la terraza?
  • cumplir con el ritual semanal de ir al Parque Avellaneda?
  • ver la segunda temporada de Lost?
  • comenzar a ver Six Feet Under?
  • terminar de aprender a manejar?
  • dar el examen de manejo?
  • buscar un lindo autito, económico y rendidor?
  • terminar el informe final de un seminario que me persigue como sombra?
  • buscarme una nueva bikini?
  • elegir una película por semana para ver tranquila?
  • pegar las venecitas que tengo en una bolsa hace 2 años?
  • hacer el trámite en el Banco Provincia que debo desde febrero?
  • desarrollar el hábito de levantarme temprano, tipo 8,30 am?

sábado, 2 de enero de 2010

Cero

  • No tuve amiguitos de la playa.
  • No tuve vacaciones adolescentes con revolcones en la arena, ni sin éstos.
  • No tuve noches larguísimas de discotecas en lugares como San Bernardo y etc.
  • No trabajé en ningún bar o parador playero.
  • No tengo primos contemporáneos con los que haya disfrutado quincenas gloriosas.
  • No tuve un cuerpo escultural a los 16 —salvo que pensemos en Botero— con los que cosechar amores etéreos.
  • No tuve vacaciones con familias amigas y sus hijos de la misma edad, lo que podría haber generado todos los ítem anteriores.
  • No tuve vacaciones familiares con otros que fueran mis padres (esto es, ni abuelos ni tíos, ni primos grandes, ni otros vínculos que me sumaran a sus estadías veraniegas).
Ergo, no tengo nada de qué acordarme cuándo veo, por la tele, los días al sol de los primeros que llegaron a Mar del Plata.
Eso es bueno y es malo, creo.