miércoles, 30 de junio de 2010

Expectativa

Como para relatar lo sucedido con referencia al post anterior necesito ingresar en un estado zen que me permita capturar en todo su esplendor los acontecimientos —además, tengo que ponerme de acuerdo con una de las copilotas para hacer una de nuestras clásicas crónica-espejo—, anuncio mi regreso con esta fresca postal de familia.
Mi padre, entusiasta él, decidió esperarme con mi madre en la terminal de ómnibus de Retiro. Luego de sortear embotellamientos, de que tuviera que llamarme 3 veces porque yo no podía ubicar Libertador y, al fin, nos chocáramos en una esquina, se inició el viaje. Que, en lugar de avance, parecía un auténtico descenso al infierno de la intimidad expuesta. Reproducción del diálogo:

Papá: ¿Cómo fue todo, hijita? ¿Bien? Ahora te llevo a tu casa.
Yo: sí, qué bueno pá, gracias. Con este valijón y todos los libros que me traje, iba a llegar a casa semimuerta.
Papá: sí, vos tranquila, yo te dejo en tu casa y... Ah, no, mejor me quedo un rato en tu casa para ver el partido.
Yo (risas auténticas por 2'' y forzadas por 10'' más): no, disculpame, pero creo que voy a estar de reencuentro. Lucho me está esperando en casa.
Papá (a mi mamá): ¿viste que te dije que no podía mirar el partido porque se iban a revolcar? ¡Yo te dije, te dije! ¡Ahora me hacés quedar mal a mí!
Yo: ¿eh? No, bueno, tal vez no me revuelque inmediatamente, papá; simplemente tomo unos mates y charlo, por ejemplo. Además, a las seis y media tengo planeado ir a gimnasia.
Papá: no, si yo le dije a tu madre que me dio la idea, que ni loco pasaba a tu casa, que si no se vieron por más de 10 días iban a revolcarse seguro.
Yo: de nuevo, papá. No te preocupes por haberme preguntado y perdón que no te invite ahora, pero yo te lo decía porque quedé con Lucho en almorzar. No sé qué sucederá después. Te agradezco la esperanza.

Me dejó en la puerta de casa al grito de "Que sea varón, que sea varón".

viernes, 25 de junio de 2010

Próximamente

Un hotel indescifrable,
con unas pulgas inolvidables,
una población escalofriante,
en una escenografía alarmante,
con un desayuno irritante.

Todo eso, acá, en cuanto vuelva a casa(nte).

lunes, 21 de junio de 2010

Arrebato

Hay frases que, en el fragor de una charla, se entienden, pero después se vuelven muy difíciles de remontar.
Ya pasó una semana desde que comenté que, aunque parezca tonto, siempre me ha parecido que mi abuela Virginia me acompaña en una suerte de versión fantasmal. No porque haga nada especial, sino porque estoy segura de que cuida mis pasos. Los amigos reunidos, que estaban muy entusiasmados con la temática paranormal que se venía desarrollando, atinaron a responder:

"Claro, ¿por qué no? Muy bien"
y, así, del tópico experiencias sobrenaturales pasamos al comprensión del desequilibrado.
Quiero aclarar que no estaba ebria, y aún sostengo mi idea. Pero todavía hoy creo que la manifestación no era necesaria.

viernes, 18 de junio de 2010

Contrapeso

Balance/Inventario visual de viernes a mediodía:

* Algo lindo de ver: un perro con remera, que siempre me ha parecido lo más simpático del mundo.
* Algo feo de ver: una boca muy pintada, con brillo, comiendo twistos. No tolero las miguitas y la apariencia pastosa y, a la vez, no puedo dejar de mirar a la fagocitadora con cara de asco.

miércoles, 16 de junio de 2010

Reacciones

Yo: qué ladrón este Leo García. Acaban de decir en la tele que Cerati no tuvo ninguna evolución favorable y él dijo que, cuando le cantó al oído, movió las manos e intentó hablar.
Lucho: sí, porque le quería decir "pará, pará, por favor".
Yo: claro, algo así como "¿no te parece que ya estoy sufriendo bastante como para que me hagas esto?".
Lucho: sí, y porque a pesar del estado, movía las manos para agarrarlo a trompadas.

martes, 15 de junio de 2010

Caballosos

Podrán quejarse de los colectiveros, de los programadores de computación, de los ingenieros o de los traumatólogos. Pero la variedad de hombres menos caballeros del mundo, sin duda, es la de los "académicos" (englóbese aquí a los becarios e investigadores en todas sus adscripciones y grados, no necesariamente a los hinchas de Racing). Ellos:
* pueden fisurarte una costilla de un codazo, si pasa un canapé cerca en el break de un encuentro;
* pueden tapar una pregunta tuya con una observación pretendidamente sesuda pero que en verdad se corresponde con otro adjetivo terminado en "uda"
* nunca te van a dejar paso en el ascensor de puerta automática, que cierra pronto, así como jamás van a cerrar la pesada puerta corrediza de los elevadores más antiguos;
* se olvidan de tu nombre y de tu presencia si, en el transcurso de una conversación, ven pasar a una vaca sagrada de las ciencias sociales, a quien le pueden pedir una participación en su próxima revista o libro.
Hoy, en un congreso tan aburrido como inútil, me encontré con uno de ésos. Peinado prolijo, pendrive colgado del cuello con un cordón, pantalón más subido de lo aconsejable y 72 diapositivas para explicar en 12 minutos aprox. Cuando finalizaron nuestras exposiciones, me dijo que no sabía cómo volver a Capital Federal, así que "si no me molestaba" iba a imitarme en la elección del colectivo. Yo estaba sumamente apurada porque quería llegar a gimnasia (y sí), pero me pareció poco solidario no esperarlo a que retire su certificado, que compre agua mineral y que decida que era un momento propicio para cruzar la calle. Pasó el 88, que me dejaba genial en la puerta del gimnasio, pero me dije que tenía que ayudar a este buen desorientado. Llegó un 96 —colectivo en el que confluíamos—, pero que iba por autopista: a él le servía y a mí no. Lo puse a prueba: "andá vos, que te deja bien; yo tengo que esperar el otro". Ni lo dudó: contó sus monedas, me preguntó 3 veces dónde tenía que bajarse y partió sin decir ni chau. Yo tuve que esperar 10 minutos más la llegada del 96 correcto, y me perdí la clase de gimnasia.
Podrán quejarse de los colectiveros, de los programadores de computación, de los ingenieros o de los traumatólogos. Pero la variedad de hombres menos caballeros del mundo, sin duda, es la de los "académicos".

viernes, 11 de junio de 2010

Adiós

Tenía una torta riquísima que una amiga trajo a casa, pero con tantas calorías que comía microporciones diarias desde hace una semana, con un té edulcorado (la hipocresía de cada noche). Ayer, mi concubinovio decidió que era el último día de ese postre, aunque quedara un poco, y me ayudó a tirarlo. Sí, me ayudó, debo confesarlo. Yo no podía sola. Reproducción:

Yo: no sé si tirar la torta de una vez o terminarla mañana.
Él: ¿me estás cargando? Esa torta se tira hoy mismo.
Yo: ¿te parece? Es tan rica. No habrá otra así por mucho tiempo en esta casa.
Él: no lo puedo creer. Tirala, por favor. Es lo más dulce y empalagoso que comí en mi vida.
Yo: sí, por eso. Está buenísima. ¿No la podés tirar vos? A mí me da pena.
Él: ya me la estoy llevando.
(...)
Yo: ¿ya la tiraste? Mejor dejala, mañana la comemos.
Él: no, la tiré. ¿Ves el taper? Está vacío.
Yo: bueno, pero entonces tapala con algo para que no la vea en el tacho y me dé lástima.

Me la envolvió con un papel de aluminio usado, el mismo que cubría ese banquete. Hoy a la mañana lo toqué para cerciorarme de que adentro estaba ella. Estaba.

jueves, 10 de junio de 2010

Lazos

(Intercambio de mensajes de texto)

Ella: ¿Está mal aceptar un café con un conocido de mi ex? Tu palabra pesa sobre mí.
Yo: ¡Depende del grado de "conocido"! X conocía a Lucho, por ejemplo. Si no es un amigo cotidiano, decile que sí. El mundo es muy chico.
Ella: No es un amigo cotidiano. Es como el amigo de un amigo al que mi ex no ve mucho.

Es bastante obvio que debe ser el primo con el que su ex pasa todas las vacaciones desde que tiene 5 años.

martes, 8 de junio de 2010

Aburrido

—¿Qué pasa con ese revoleo de ojos? No me gustan los demás fiambres, así que sólo te voy a pedir jamón y queso. Vos sabés que siempre es así.
—...

El fiambrero oriental del supermercado ídem odia que me acerque a su mostrador, porque detesta que le pida siempre lo mismo: 100 gr. de jamón cocido y 150 gr. de queso de máquina. En anteriores ocasiones completó mi pedido antes de que lo dijera, con el fin de demostrarme lo rutinaria que estaba siendo en materia de fiambres, pero es inútil: sólo compro sus ofertas cuando hago empanadas o un tostado a la ligera. Los demás fiambres me pasan desapercibidos. Y él pide un poco más de aventura en mis listas: el desafío del matambre que se desarma, la dureza de la bondiola, la asquerosa trayectoria de la mortadela o del pastrón. La última vez, un revoleo ocular dio cuenta de su hostilidad hacia mis necesidades. Y no tuve más remedio que explicitar la situación, para dejar las cosas claras y no crear falsas expectativas.

domingo, 6 de junio de 2010

Conjuración

No me soporto.
No te soporto.
No lo/la soporto.
No nos soporto.
No os soporto.
No los soporto.

jueves, 3 de junio de 2010

Basurera

Lo recuerdo como si fuera ayer, porque en realidad sucede todos los días.
Me parece estar viéndola: pijama ochentoso, pantuflas peludas, parada en el borde de su umbral. Algo torpe, algo desabrida, se dispone a cumplir con su actividad física espontánea del día (posiblemente, la única): con el brazo derecho tieso y una leve inclinación hacia adelante, arroja su bolsa de basura en diagonal, hacia el cantero que compartimos y que, en el borde que da al empedrado, oficia de depósito de residuos con los siguientes requisitos:
a. Sólo el borde del cantero, no todo;
b. Sólo a partir de las 20 hs., no antes.
No obstante, estas dos condiciones parecen no importarle a ella, que fuera de hora y sin tener en cuenta mis esfuerzos botánicos por cultivar plantas en la mitad no contaminada, tira sus porquerías sin culpa. Eso ocasiona, por ejemplo, que los pañales de su nena queden esparcidos por la calle, que tengamos que ver bolsas desde el sábado a la tarde hasta el domingo a la noche, o que yo me vea obligada a sugerir a los gritos, en su puerta, quién fue la maleducada que instaló su basura sobre las plantas.
Detesto a la gente sucia full time, pero mucho, mucho más, odio a la que es limpia de la puerta para adentro. Condensan lo peor de la convivencia urbana.

miércoles, 2 de junio de 2010

Colecciones

En un viaje de subte, hay muchas cosas por las que reflexionar, por ejemplo:

* Cómo y por qué metamorfosearon los vagones comprados a Japón, que en sus tiempos mozos (en Argentina) todavía ostentaban las publicidades niponas.
* Quién es el dibujante de los peluches con ojos gigantes que te reparten los chicos en almanaques y estampas.
* Si el conductor, cuando con celeridad se introduce en su cabina para iniciar el recorrido, se hace alguna película personal sobre expediciones a regiones desconocidas.
* Por qué las formaciones con micrófono y altoparlantes no improvisan una radio subterránea, o descollan con algún delirio en el momento de anunciar la llegada a una estación.
* Cuál es la razón por la que, habiendo tanta gente que tomó aprensión a este medio de transporte porque en mitad del camino los hicieron bajar y caminar al costado de las vías, a mí no me haya tocado nunca semejante experiencia y sí todo lo aburrido: detenerse 15 min en la estación, esperar 20 min que llegue un subte, llegar a la boletería y que se haya suspendido de improviso, etc.

Sin embargo, hoy me atacó la nostalgia: el primer vagón se inundó del perfume característico de los "papeles carta", que quienes hayan sido niñas pequeñas hace 18 ó 20 años habrán conocido y coleccionado: un aroma dulce y artificial, que podía ser tanto de flores desconocidas como de tiendas paquetas, que acompañaban los papeles impresos en tonos pastel. Yo tenía una carpeta inmensa, llena de modelos diversos, que un día abandoné por la practicidad y portabilidad (¿se dirá así?) de las compilaciones de stickers autoadhesivos. Una buena metáfora de reemplazo menemista.