domingo, 30 de noviembre de 2008

Inserción

Podría decir que soy un desastre porque me puse zapatos nuevos para una salida en la que había que caminar un poco/bastante.
Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque después de caminar 4 cuadras empecé a sentir las ampollas y evalué la posibilidad de volver a casa y cambiarme los pepés.
Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque llegué a la parada de colectivo y, luego de ponerme 300 curitas en los pies para aguantar, decidí que tenía que cambiar de calzado.
Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque me saqué las sandalias y volví descalza a mi casa para ponerme algo más cómodo y menos agresivo.
Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque llegué corriendo, me lavé los pies y empecé a buscar las ojotas "de salir" que, como siempre, no estaban donde debería haberlas dejado.
Pero no.

Diré que soy un desastre porque al salir corriendo de la pieza para buscarlas por el patio, me clavé hasta el fondo un enchufe de dos patas y, ahora sí, ni sandalia, ni ojota ni escarpín: reposo y muletas por unos días, y caminar como entre nubes por dos semanas.

"No podés ser tan freak", me dijo mi concubinovio, Luciano, luego de hacerme las curaciones, recuperar el nivel normal de su presión luego de ver el maremagnum sanguíneo y trasladarme en frazada por el pasillo del ph. Dado su lugar de testigo ¿privilegiado? de los hechos, considero que es una apreciación acertada.
En un próximo post, la serie fotográfica de mi mortecina planta del pie.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Arre

La bolucolonización (o el boluimperialismo) está causando estragos en la vida cotidiana, y sus coletazos nos llegan a todos.
El sábado, decidí hacerme el corte de pelo irremontable de cada año. Muy desmechado, irregular, corto, rebelde y todo lo demás, que sirve para esconder que mi cabello —herencia de mi padre— es lacio, insípido y "llovido", como suele decirse habitualmente.
Concurrí con unas viejas fotos en las que tenía un corte parecido y, como eran postales nocturnas de un viaje, aparecía con rasgos de ebriedad: información innecesaria para la peluquera.
El ruego mayor pronunciado por mí fue el que me hizo darme cuenta de que hay que tomar cartas en el asunto. No puede ser que otra persona más en este mundo, al hacharse la cabellera, solicite:

"Por favor, que no me quede como un flogger"

Ilusa yo; la señora no sólo no tenía la más pálida idea del estilo floggeriano, sino que me peinó a la moda "década del 80", me hizo un flequillo Poison y me lo dejó superbatido. Me faltaban los nevados.
Por suerte, llegué a mi casa, me lavé el pelo, lo peiné para el costado y, ahora sí, estamos de acuerdo.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

DesEngranaje

Desperté demasiado tarde como para asegurarme un día de buen humor.
Me levanté y vi una pila de platos sucios en la pileta. Como es obvio, los lavé sin hacer caso de quien debería haberlo hecho porque no soporto verlos ahí, tan engrasados y a merced de los bichos de ph.
Luego consideré que la habitación estaba un poco desordenada y colgué la ropa, ante la mirada distraída de mi concubinovio que no consideraba propicio colaborar (una actitud que mantuvo durante toda la jornada y desde lo rememorado en el párrafo anterior de este recuento).
Hoy, además, fue el día en el que el alimento balanceado de la Negra se iba a agotar, por lo que fui a comprarle más, cumpliendo así otra de las tareas más tediosas de la semana (breve pero aburridísima).
También hoy, miércoles, es el día en que limpio el baño —no lo hago los fines de semana porque me deprime—, lo que suma un ítem más a las cuestiones para resolver que se vuelven un estorbo.
En el transcurso de la tarde intenté trabajar, pero estaba tan nublada que la concentración se volvió una utopía: me dediqué a concertar entrevista para nota, responder mails y planificar lo que hay que planificar (metaplanificación, que le dicen).
Se me escapó el colectivo que podría salvarme y, como no vino otro en los 10' siguientes, perdí mi clase de gimnasia. Debo decir que hay pocas cosas que acrecienten más mi tormenta mental que ese suceso.
Voy a cocinarme después de un intenso debate sobre qué cenar —porque estoy sola y no puedo cobrarle a Luciano sus fechorías con una factura culinaria— y culminaré mi día gris con una película de la Coca Sarli.
Parecen no ser suficientes mis desventuras, puesto que recién paso por Insolada y me doy cuenta de que nadie pone fichas en mis recomendaciones literarias. Leyendo desde los 4 años para esto. Desolador.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Subrepticio

—... A propósito, ¿quién es el verdadero autor de Deteneos?
Frensic meneó la cabeza.
—Eso ya no te lo puedo decir. Hay cosas que es mejor que no sepas. Digamos que el desaparecido Peter Piper.
—¿El desaparecido? —dijo Geoffrey con un escalofrío—. Curiosa expresión para referirse a los vivos.
—También es curiosa para referirse a los muertos —observó Frensic—. Parece dar a entender que podrían volver a aparecer. Mejor tarde que nunca.
—Me encantaría compartir tu optimismo —dijo Geoffrey.

Tom Sharpe, La gran pesquisa (1977).
Debo reconocer que me estaba reprochando la sobredosis de Sharpe de este año, porque ello implicaba —creía yo— una búsqueda de literatura llevadera en lugar de investigaciones más minuciosas. Me equivoqué.

viernes, 14 de noviembre de 2008

ÚltimosOrejones

Y en noches como ésta, en la que me quedo hasta las 4 am para terminar una nota porque hay que adelantar números de fin de año, me doy cuenta de lo amargo que resulta diciembre para los trabajadores free lance:

  • no tenemos aguinaldo (aunque es cierto que muchos "escritorio adentro" tampoco cuentan con ello);
  • nadie nos consulta cuándo nos tomaremos vacaciones (en verdad, nadie cree que debamos tomarlas, porque nuestra forma taaaaaan relajada —?— de trabajar haría innecesario el receso);
  • no nos regalan una caja con sidra y pan dulce para las malditas Fiestas;
  • nadie nos invita a ninguna fiesta de Fin de Año, aunque podríamos ser comensales fantasma de, por lo menos, 4 entidades;
  • no prevemos ningún ascenso en los meses siguientes, ni nada por pedirle a los jefes que, en su versión tradicional, no tenemos;
  • nadie nos otorga un mes de trabajo ultraliviano por el mismo salario;
  • no contamos con el placer de imprimir subrepticiamente, pedir útiles de librería superficiales ni de comer las facturas/sandwichitos/etc. de los cumpleaños o despedidas;
  • nadie chequea nuestro atuendo "casual day" del viernes.

Ay, muchas decepciones para una misma madrugada. Creo que me desquitaré empezando ya mismo el fin de semana y durmiendo hasta el mediodía mientras todos salen, como cada viernes, con el auto para llegar temprano adonde quieren y se retrasan el triple de lo que esperan, porque Buenos Aires siempre te da una razón para estallar del estrés. Gud Nait.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Márquetin

Si alguien me puede explicar porqué hace 3 años leo la caja de Tres patitos y, en lugar de decodificar "222 fósforos de madera", leo "222 fósforos de mierda", le digo gracias para siempre.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Cariño

Para superar los posts previos de carácter asquerosiento —porque, como todos los chicos, este blog también tiene migas del año pasado en los bolsillos, olores indescifrables y pañuelos que deberían ser confiscados—, pasemos a otro tema.



El jueves una banda de floggers humanistas me dio un abrazo gratis en la esquina de Corrientes y Uruguay. Con beso en la mejilla y todo.



Me dejé.
La cercanía de los 27 me pone blanda. Uf.