miércoles, 30 de enero de 2008

Ideas

Soy una especie de gymadicta, pero no de las que van con el conjuntito de lycra y el pelo suelto. Mi hábito hecho obligación se ejerce con un cuasipijama agujereado y una remera arrebatada de cualquier sector del placard, pero la fruición con la que asisto a las clases reside en la certeza de que, si no hago gimnasia, mi silueta se desparramará a lo ancho del planeta aún más de lo que se esta extendiendo en la actualidad.
En relación con esto, mudarse implica, también, abandonar las clases de gimnasia a las que una se encuentra inscripta desde hace un tiempo considerable. Una misión para nada fácil porque, aunque parezca mentira, uno se acostumbra a las pavadas que las señoras dicen en las clases, a la avidez por las noticias funerarias que se relatan mientras se hacen ejercicios para los tríceps y, al final de cuentas, eso se transforma en una familia: a menudo insoportable pero estable en el acompañamiento.
Este abandono sin mirar atrás suele verse obstaculizado por los intentos de la profesora de esa clase que bordea nuestro olvido, que sugiere tomarse un colectivo para seguir viniendo, inscribirse en otro gimnasio donde ella da las mismas clases, pero que tal vez quede un poco más cerca y otras contingencias más sólo para manotear alguna posibilidad de que el grupo se quede intacto.
Las dos sabemos, ella y yo, que en cuanto cambie de domicilio esta convergencia en tiempo y espacio será recuerdo. Sin embargo, ella insiste con que no las abandone y yo digo que voy a hacer el esfuerzo.
Toda esta perorata —estoy muy escribidora por estos días, lo que me transforma en un bodrio blogger— sirve para contarles que, si están pasando por este difícil momento, existe un antídoto infalible para separarse definitivamente, sin culpa, de esa instructora de actividad física: mantener una charla breve en la que pueda desplegar un poco, sólo un poco, su ideología. Enseguida comenzará a opinar sobre Bush, los piqueteros, el judaísmo, los montoneros, la AMIA, Tinelli, la dictadura argentina, Medio Oriente, las mujeres ricas que tienen tristeza y aparecen achuradas en los countries y demás tópicos de información general con los que habrán sellado su destino y su matrícula de alumnas. Es probable que también compare los glúteos de Jesica Cirio con los que obtendremos luego de algunos meses, nos recomiende teñirnos de rubio y mover la pelvis como si estuviéramos haciendo "eso", sólo que ejércitándonos frente a los gordos que se pulverizan la rodilla en la cancha de paddle de al lado.
Luego de esos breves minutos terapéuticos, ustedes podrán despedirse sin decir que es la última vez, saludando con un "hasta la semana que viene" y esfumarse en el croquis de calles de la ciudad, sin un dejo de remordimiento.

No falla nunca.

martes, 29 de enero de 2008

Enredo

A veces pienso que, cuando sea una abuela, seré como esas mujeres que le dan de comer a los gatos en la calle. Y es una imagen que no me molesta.
Sin embargo, no quisiera arrastrar a Luciano al mismo destino, porque el viejo que le da de comer a los gatos no es una figura urbana demasiado identificable. Pero lo que nos sucedió hace prever complicaciones en el futuro.

Lado A: el suceso
Durante toda la noche, escuchamos el maullido de un gato pequeño que lloraba por algún lugar que estaba cerca; por la mañana, seguía lamentándose y yo, trágica ecologista, pensé que se iba a morir en instantes, por lo que salí a buscarlo por las puertas del pasillo de nuestra casa. Unas patitas diminutas salieron por debajo de una entrada sin burlete ni felpudo y, en segundos nomás, estaba en posición de oración hacia la Meca, pasándole alimento balanceado por la rendija. En cuanto pude plegarme aún más y adherir mi mejilla al piso, lo vi demasiado chiquito como para que continuara del otro lado de la puerta.

Lado B: el contexto
¿Adivinen a los pies de cuál casa me encontraba? Sí... de los vecinos que quieren ser amigos y a los que la gata negra le ha pedido el divorcio. Además de esas características peculiares sobre las que ya he escrito, vale aclarar que son paranoicos, piensan que todo el tiempo alguien entrará a robarles y que todo desconocido es un psychokiller hasta que no se demuestre lo contrario. Estaban de vacaciones y, desde hace algún tiempo, no los habíamos visto.

Lado A: el suceso
Luciano también visualizo a la pequeña bestia y sentenció: "Lo tiraron los que vinieron a hacer la fiesta la otra noche, porque sabían que en algún momento vendrían ellos y cuidarían al gato". Como no sabíamos cuándo iban a venir, la siguiente conclusión fue: "Ese gato se va a morir ahí", acompañada de una advertencia: "Bueno, te lo saco, pero a la noche le encontrás una casa". Saltó la pared con una palangana rosada en la mano y lo buscó. Lo recibí como una anciana alimentadora de gatos, con lágrimas de emoción, vivando a mi rescatista de PH.

La verdad, iba a seguir con lo de los lados A y B, pero ya me aburrí, la cena está lista y voy a resumir la cuestión: alimenté durante todo el día a la gata, le pusimos de nombre "Suerte", porque se había salvado de la muerte segura y empezamos a ver qué haríamos con ella... hasta que escuchamos a nuestros vecinos llegar como de un paseo de fin de semana, sin estadías más prolongadas. Lo peor es que empezaron a llamar a un tal "Macana"*, que no aparecía. Luciano tuvo que bajar y contarles lo inexplicable**: que pensamos que no habían regresado de sus vacaciones, que consideramos que alguien les había arrojado un gato de un mes a la casa y que, previendo su deceso, resolvimos violar su propiedad privada y rescatar al gato, aunque eso ahora pareciera un robo, un hurto de otro felino más que ellos eligieron para hacer infeliz para toda su vida.

Esa situación digna de medicación psiquiátrica, junto con la noticia de que vamos a mudarnos en tres días y el silencio culposo sobre la tenencia de la gata, ha resquebrajado los hilos que sustentaban nuestra relación con esa adorable familia de La Paternal. El saludo se ha hecho más frío y, calculo, ahora sí me voy a tener que afanar a la gata dentro de una caja, porque no voy a poder convencerlos. Y bué.


* Este pasillo se caracteriza por los nombres horribles que los habitantes de los PH's piensan para sus gatos: la imaginación es tan vasta, y ellos tienen tanto tiempo, que podrían encargarse de bautizar con algo más de dedicación a sus mascotas. Pero no: Negri, Peluche, Pompón, Manchitas y otras porquerías son lss únicas denominaciones que se escuchan por acá.
** Conste que la opción que yo consideraba más viable era, ya que estábamos hundidos, mentir: arrojar a la gata al pasillo, cerrar la puerta y dar rienda suelta al misterio. Pero yo no estaba en casa cuando llegó el momento de la confesión, así que la legalidad del rescatista tuvo preeminencia.

(No podrán decir que mi entrada número 100 era cualquier cosa, justificada sólo por la llegada al número redondo. Retrasar el momento de la comida es un verdadero acto de arrojo.)

lunes, 28 de enero de 2008

Centena

Quisiera llegar a la entrada número 100 mientras aún vivo aquí, pero es una tarea más entre muchísimas otras para las que no alcanza el tiempo: mudarse, estudiar, trabajar, ordenar, dar de baja a los servicios que no le interesarán al futuro ocupante y ver qué pasará con nuestra próxima morada.
Y el tiempo que le dedico a esas cosas, hoy, es inversamente proporcional a la cantidad de horas que le destino a la dispersión y a las conversaciones por teléfono.
Muy mal.
Siempre lo mismo.
Me voy a empacar, embalar, envolver, etiquetar y a evaluar cómo mudar subrepticiamente a la minina que nos acompaña desde hace un año.

lunes, 21 de enero de 2008

Conexión

Mi vecina, la que toma pastillas, no quiere salir de su casa y debe cuidar, todos los días, dos nietos enfervorizados de 6 y 3 años, escucha una canción cuasi religiosa que Maná canta con Juan Luis Guerra, el que se hizo un fanático de Dios después de tener serios problemas con sus ojos.
No sabe casi nada de la letra pero, por una suerte de identificación, entona a los gritos cada vez que el bodriazo recorre los versos de "(bla, bla, bla)... esta soledad de mi destino..." y después se calla o le grita a alguno de sus sufridos niños.

sábado, 19 de enero de 2008

Sandeces

1. ¿Por qué hay tantas "señoras bien" con lunares "verrugosos mal"?

2. ¿Por qué los Coto de las zonas ABC1 tienen personal de seguridad entre las góndolas? ¿A quién/qué están cuidando de quién/qué?

3. ¿Por qué me estoy poniendo cada vez más fastidiosa con la gente que come y bebe de manera apresurada, como si no pudiera esperar a tragar para incorporar el siguiente bocado, o como si no pudiera detenerse hasta terminar la botella?

4. ¿Por qué me siento cada vez más culpable por sentarme en los asientos destinados a embarazadas, ancianos y complicados de movilidad, aun si no hay ningún "beneficiario del servicio"?

5. ¿Por que estoy escribiendo un post si me senté en la máquina para terminar un trabajo?

jueves, 17 de enero de 2008

Brevedad

Una institución educativa debería ser respetuosa de las abreviaturas. Sobre todo, si alberga a cientos de mentalidades disruptivas que entronizan el doble sentido (cuando no el único sentido orientado hacia la guarangada).

(Colegio religioso sobre Av. Rivadavia, entre Flores y Floresta)

INSTITUTO INM. CON. DE MARÍA

Yo entendí que era "INMunda CONciencia" y no comprendo porqué mis padres no me inscribieron en esa maravillosa escuela.
Qué tarde se llega a algunas oportunidades —que, en virtud de la demora, dejan de serlo.

martes, 15 de enero de 2008

Manjatannn

Cuando descubrís que el tema de discusión que te tocó desarrollar en un colectivo se parece mucho a los que transcurren en una película de Woody Allen, pero sin nada, absolutamente nada, de su connotación humorística, te queda un gusto raro en la mente.

Que, como todas las degustaciones, suele subsanarse con un sabor más agradable que viene después.

lunes, 14 de enero de 2008

Llegada

Muchos dibujos animados e historietas de contratapa de diario han tratado la problemática de ingresar al hogar cuando uno está algo sobrepasado por los brindis.
No obstante, casi nadie ha enfocado el problema desde el otro lado, para considerar que uno puede estar algo embriagado dentro del hogar y manifestar inconvenientes para abrirle la puerta a otro que llega sobrio y solicita la apertura.
En mi caso, suelo optar por salidas creativas cuando no puedo conectar la presencia de Luciano al otro lado de la puerta (en el exterior) y la tarea que me convoca, es decir, correr el pasador y permitirle entrar.
Una de esas "salidas creativas" consistió, hace algunas semanas, en sacarle una foto mientras aguardaba, inquieto, el momento de lucidez que sólo me ocurre una vez por trasnoche y que, en ese caso, se verbalizó con una autoindicación suave: "¡abrí, túpida!".

viernes, 11 de enero de 2008

Mirona

La ciudad se ha puesto tan aburrida que el único ejercicio de voyeurismo que resta es el de leer los mensajes de texto de los demás pasajeros del colectivo.
Una verdadera herejía para cualquier fisgón consagrado.

De todos modos, a mí me gusta espiar esas escrituras fragmentarias típicas de las primeras invitaciones, que tardan en contestarse y que tienen varios borradores previos antes de que suceda el irreversible "Enviar". Antes, por lo menos, solían desarrollarse conquistas tímidas entre desconocidos, que avanzan en una charla contigente para arrancar un número de teléfono antes de bajar en la parada de siempre. Me encantaba observarlas y convertirme en una opinóloga sobre las fortalezas y debilidades de la performance en cuestión. Pero ahora hay poco de eso y algo más de paranoia. No los culpo: yo me he vuelto algo fóbica a los convivientes circunstanciales —de filas de bancos, de asientos de subte, etc.— que intentan mantener una charla a toda costa, aun si les demuestro la peor de mis facetas sociales.

Hoy no me quedó otra opción, para satisfacer mis ansias de espionaje cotidiano, que entretenerme mirando un mensaje de texto totalmente irrelevante para un novio que decía, inútilmente, "Amor, estoy llegando", pero su autora me descubrió. Como si se tratara de una información de Estado, me miró con desagrado, mandó su sms tal como estaba y guardó cuidadosamente su aparatejo en la cartera. Puf, nada de interés.

La ciudad se ha puesto tan aburrida que el único ejercicio de voyeurismo que resta es el de leer los mensajes de texto de los demás pasajeros del colectivo.
Una verdadera herejía para cualquier fisgón consagrado.

lunes, 7 de enero de 2008

Agobio

Cada enero me doy cuenta de por qué no uso agendas, a pesar de todo lo que me gustaría:

todavía no encontré una actividad que supere en aburrimiento a la de pasar los números de teléfono de un directorio a otro.

Estoy usando una agenda 2007 (regalo de cumpleaños 2006) porque aplacé un año esta soporífera tarea: hoy a la tarde me dispuse a llenarla minuciosamente con los datos necesarios, pero dejé la tarea a la mitad.

Tal vez, la desorganización y el caos que me caracterizan insisten en no pasar de moda y, así, luchan por imponerse y dejar a un lado las hojas planificadoras y pro-memoria.

viernes, 4 de enero de 2008

Negación

Como si se tratara de una microrebelión neurológica, el cerebro se niega a respetar las reglas ortográficas de la Real Academia Española.
Es una situación de resistencia eficaz y sostenida, que indica la necesidad de un descanso y el extraordinario tedio en el que han caído mis dedos, cansados de los muchos meses que bailan sobre el teclado: como me he esforzado (sin desearlo) por desoír sus avisos, y continúo tecleando y tecleando, se declararon en huelga y me hacen enrojecer con errores ortográficos hacia los que se dirigen sin miramientos, como si se burlaran de mis decisiones motrices y neuronales.
Las S y las C se confunden siempre para mal; las palabras que provocan incoherencias en las oraciones surgen como por arte de magia; las H se borran de mis recorridos mecanográficos; las construcciones disléxicas hacen su aparición como vedettes de la textualidad...
En verdad, creo que la única regla que mi cerebro y mis dedos están dispuestos a aceptar es la de la V/B, para que, cuando escriba "Vacaciones" en mi rutina y en mis actividades planeadas, no haya lugar para confusiones. Ya llegará el día, chicos, tengan paciencia.

martes, 1 de enero de 2008

Frutas

— Claro, todo el mundo escucha a Charly García pero nadie se da cuenta que, cuando dice "Estás buscando un viejo camisón", eso es dadaísmo puro...
— ¿Qué es "dadaísmo", tía?
— Bueno, son artistas, vos sos chiquita, ya lo vas a aprender...

Este fragmento de conversación entre mi tía y mi mamá (hermanas, ellas) me quedó grabado, creo que por lo enigmático de la palabra que yo no conocía y que mi madrina, en un alarde de intelectualismo, prefirió seguir manteniendo en la incógnita. Mi madre, abogada, no podía tener un conocimiento muy profundo de vanguardias artísticas sólo porque sí y, de este modo, asintió a la explicación de mi tía sin dudar, como si se tratara de una cuestión irrefutable.
Yo tendría 6 años y las miraba hablar (o monologar) desde abajo, sentada en el piso de la cocina. La negación del conocimiento se me antojó muy fastidiosa y juré acordarme de esa frase y de la maldita palabra hasta que pudiera encontrar una explicación yo solita.
Varios años después, recordé la letra y estudié algunos conceptos básicos del movimiento dadaísta. Y no le encontré ningún sentido fuerte a la aserción culturosa de mi tía, pero me di cuenta de lo fácil que es "mandar fruta"* a la familia cuando uno quiere demostrar que a la Universidad no fue a fumar marihuana (solamente)**.

* Dícese de la actividad de habla continua, algo agobiante y sin demasiado fundamento, pero con una sólida actitud de sapiencia y de argumentos consistentes sobre lo que se dice. Con frecuencia, los mensajes emitidos son falsos, erróneos o ficticios.
** Aunque me hubiera encantado que así fuera, dudo mucho que mi tía haya fumado pasto durante sus años en Letras. Eso lo digo por ustedes que están leyendo (vamos, no espanten el humo).