miércoles, 14 de diciembre de 2011

Elegidores

La multiplicación de cultivos que puede observarse en las verdulerías barriales, producto del calor espasmódico y de las huertas más nutridas, hace florecer también un yuyo inmundo de la especie humana: el cliente tocaverduras. No es muy justo aclararlo, pero esta entidad ancla sus sucias costumbres en las personas que superaron los 60 años, aunque es cierto que he visto obsesivas madres de niños pequeños y hippies meticulosos que también apelan a sus yemas dactilares para apretar paltas, presionar los extremos de los melones, sopesar los tomates y hacer girar los limones como si, con esos movimientos estratégicos, no pudieran ya saber si lo que agarran será rico o no, sino directamente adivinar el destino y conocer la contraseña para pasar de pantalla cuando venga el apocalipsis maya.
Así es como los tocaverduras aplacan su ansiedad en la fila de las verdulerías manoteando todo lo que piensan comprar, con gesto de sabiduría y rictus de crítica lapidaria. Van sosteniendo lo que quieren llevar mientras esperan y una, cuando está antes en la espera de atención, piensa por qué tendrá que llevarse lo que este engendro desechó, sólo por tener confianza en las manos del comerciante; es decir, sólo por respetar su trabajo y darle indicaciones teóricas acerca de lo que quiere: "tomates peritas para salsa"; "paltas para hoy"; "bananas para mañana"; "duraznos blanditos, por favor". En lugar de ello, el tocaverduras elige, agarra y, en sus versiones más indignantes, se va acercando a la caja con gesto de "ya hice todo el trabajo, dejame pagar que me voy". Por eso, ayer, cuando una señora se dedicó sesudamente a elegir el peor zucchini que alguna vez haya crecido en la tierra y se lo acercó a la verdulera con cara de "a mí no me vas a estafar", le agradecí al mundo por la posibilidad concretada de la revancha.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Preludios

Hoy subí al estudio, la busqué y la encontré. Venía pensando hace días en que quería escribir sobre ella y estaba esperando al 10 de diciembre, pero bueno, los fines de semana largos también son feriados de blogs muchas veces, y aquí estoy, anotando esto el 11, 5 años y 1 día después de que Virginia se tomó el buque —sí, el mismo que se tomó Pinochet, por lo que estimo que ese nefasto señor empezó su castigo desde el control de arribos; mi abuela era una mujer de temer.
Decía, que busqué y encontré unas fotos pequeñas, en sepia, que la retratan linda y joven en algún fin de semana campestre y fluvial, con galanes a su alrededor, amigas, un muelle con catamarán, y vistiendo un regio conjunto de pantalón y blusa que la hacía ver un poco más voluptuosa, justo para ella que siempre fue delgada y pequeña. La escaneé para publicarla y no me salió: los eternos problemas de extensión de archivos que nunca son compatibles no sólo con lo que uno quiere hacer, sino con esa ansiedad que nos lleva a mostrar lo que siempre debe quedar un poco guardado y escondido. Así que no pude subir la foto —la verdad, a ella no le hubiera gustado ni un poco— pero viéndolas una y otra vez (son tres), me di cuenta de que los diciembres, un mes que siempre hemos catalogado como terrible en la familia, en verdad fueron preludios de veranos lindos para Virginia alguna vez y, para mí, ahora representarán la época de cambio más grande y disfrutable que se pueda tener. Era cuestión de tiempo, y de nuevo (por suerte) las dos volvemos a entendernos.

martes, 6 de diciembre de 2011

Añosos

El decálogo de los indicios de edad avanzada, más allá del número cronológico:
1. Te gustan los medallones de chocolate rellenos con crema de menta.
2. Tomás de las botellas pequeñas utilizando sorbete o pajita.
3. Te maravillan los videos de YouTube o las cadenas de mensajes/poesías/fotos/pavadas que llegan por mail.
4. Copiás y pegás sin descanso párrafos melosos que circulan por facebook sobre los familiares, los amigos, las parejas, el destino, el futuro, los animales, el pasado, las diferencias, la tolerancia, la maternidad, el agradecimiento, la religión, la esperanza y otros tópicos que se convierten en lindos bluffs para el muro.
5. Descubriste cuevana, o algún sitio para mirar películas sin descargarlas, hace menos de 1 año.
6. Te descubrís monotemático/a con alguna cuestión de tu vida cotidiana, que realizar en modo perfecto y sin dilaciones te genera un extraño placer y la inmediata necesidad de comentarios, como lavar la ropa a mano, tomar remedios, buscar turnos para el médico, averiguar procedimientos de trámites, sentirte pleno/a cuando la obra social no te rebota un papel inentendible, u organizar documentos en diferentes bolsas o estuches para encontrarlos sin entrar en pánico.
7. No usás twitter, por el momento.
8. El blackberry es un misterio del demonio.
9. El chat de gmail te parece innecesario.
10. El mecanismo de google docs es críptico y francamente inhóspito.

Yo cumplo con más de la mitad de estos requisitos, sin haber contado el de no soportar estar en un lugar nocturno no casero después de las 4am, de cuando era una mujer no canguro y tomaba alcohol. Ahora, de esa chance de insoportabilidad, mejor ni acordarse.