viernes, 26 de agosto de 2011

Practicidad

Ayer, en la línea E les tocó el turno a los conductores parsimoniosos, de ésos que están decididos a llevar adelante la revolución y no llevar a sus pasajeros al trabajo, a sus compromisos familiares o a las obligaciones que deliberadamente han impuesto sus jefes. Por eso, para que nos diéramos cuenta del inmenso gesto de voluntad política, el enviado para nuestra formación caminó a velocidad crucero roto por el andén, hasta llegar al primer vagón. Pese a que me contenía con estoicismo, me senti estallar de indignación cuando entró por la puerta del medio a saludar a un conocido, salió al andén y volvió a entrar por la puerta del extremo para ingresar a la cabina de conducción.
Es decir, entró por el medio, salió y volvió a entrar al vagón 2 metros después.
Me hizo acordar al chiste del ladrón tonto que hace un boquete para entrar al negocio y otro para escaparse.

domingo, 14 de agosto de 2011

Titán

Cuando comencé a manejar, temí por el fin de las crónicas de colectivo en este blog. Luego, la realidad me demostró que mi idiotez bregaba por la escritura sobre este tema, dado que por segunda vez dejé la luz interior del auto encendida y, oh sorpresa, cuando quise poner en marcha el auto estaba carente al 100% batería. En consecuencia, cerré todo, insulté con fervor y me dirigí a la parada de colectivo.
Ya en viaje, descubrí un especimen más que, a bordo, se vuelve particularmente irritante cuando no llevás libro, tejido, comida ni ningún otro elemento que facilite mis actividades supra 80 años que tanto me gustan durante un viaje en transporte público. Ese perfil humano es el del protogalán que comienza "la previa"* ya desde que pide $1,25. Solito y en medio de una muchedumbre de señores con bigotes, abuelas y una embarazada sin glamour, él se ubica en una posición privilegiada y mueve hombros y cuello a la vez que pone al máximo el volumen de su celular; tan alto y riesgoso está, que se puede escuchar la música a través de sus auriculares. Entonces, la rutina es: mueve hombro izquierdo; mueve hombro derecho; oscilación de cabecita; gesto de asentimiento y de aceptación de la música; mirada panorámica para ver si lo están mirando; desvío a la ventanilla para indicar que, si lo estás mirando, no le interesás; por último, chequeo de su aparato celular. Una secuencia-moebius de 7 pasos que se repite incesantemente, y a través de la que "el que hace la previa" se siente cada vez más atractivo y ganador. Su ropa nueva, nuevísima, da cuenta de su vida de oficinista full time, donde no puede utilizar ninguna de esas prendas que esperan, inmaculadas, hasta el viernes a la noche: sólo así esas zapatillas blancas pueden serlo tanto y, esa campera de cuero, parecer encerada. Sin embargo, la tecnología le regala una mala pasada y toda esa combinación de estrategia, apariencia y seguridad de cazador se desmorona en segundos, a pasitos del Abasto:

—Hola, qué hacés, soy yo.
—(habla otro)
—Sí, boludo, mirá, estoy a 4 cuadras de tu casa, ya llego. Te llamo para que vayas bajando a abrirme, así no me quedo en la puerta.
—(habla el mismo otro)
—¿Seguro, boludo? Mirá que no me gusta esperar en la calle, por eso te llamo. Andá bajando, en serio, no quiero esperar, no me gusta.

Cobarde, caprichoso y ñañoso. "El que hace la previa" desde el colectivo tiene más posibilidades de largarse a llorar por el daikiri de durazno de su ninfa nocturna que de acompañarla, valiente y despreocupado, por las calles de Palermo a las 5 de la mañana. Chicas, si ven a uno que bailotea solo en el colectivo, tranquilo por sus presuntos triunfos, salgan corriendo; yo, que en estos meses no suelo correr y a partir de ahora siempre voy a llevar el tejido en la cartera, voy a mantenerlo a raya con mis agujas hasta que ustedes se hayan perdido de vista.

* Se refiere a las mil horas que suceden antes de ingresar a una discoteca, donde uno ya salió, ya comió, bebió, miró, conquistó y perdió, y aún así decide pagar para entrar a un lugar mal ventilado, multitudinario y en el que se permanecerá menos tiempo que en "la previa".

viernes, 5 de agosto de 2011

Solidario


"Mauricio: ya te votamos. Ahora haceme la vereda".


Pasacalle en una esquina de Av. Cobo al 1100.

Creo que la pauta del voto macrista podemos encontrarla en el tan gracioso como indignante pedido de este ciudadano* que se cree merecedor de los privilegios políticos; tal como le pide "haceme la vereda" le podría haber encargado un pebete de jamón y queso como premio para su elección egoísta y chanta. De más está decir que al votante barato ése que se dio el lujo de gastar en un cartel callejero, no le deseo baldosas nuevas: sólo espero una réplica de los cráteres urbanos de Guatemala en la puerta de su casa, un lunes a las 8 am y justo cuando ve llegar su colectivo a la parada.


* Sí, ya sé, puede ser una mujer exponente del viejachotismo. Pero me queda feo el "/a" y si alguien me propone poner el bobo "x" (ciudadanx) lo voy a buscar a la casa para insultarlo.

jueves, 4 de agosto de 2011

Lucidez

Actualización de preguntas idiotas al obstetra:

1. ¿Puedo tomar cerveza?
2. ¿Es posible que sienta con las manos los latidos del bebé en la panza?

Y la más importante:

3. ¿Tomar leche en polvo tiene las mismas vitaminas que si la compro en sachet? Digo, porque a veces me equivoco y le pongo de menos.

Adivinen el concepto de mi persona que estoy formando en la mente de la médica.