domingo, 14 de agosto de 2011

Titán

Cuando comencé a manejar, temí por el fin de las crónicas de colectivo en este blog. Luego, la realidad me demostró que mi idiotez bregaba por la escritura sobre este tema, dado que por segunda vez dejé la luz interior del auto encendida y, oh sorpresa, cuando quise poner en marcha el auto estaba carente al 100% batería. En consecuencia, cerré todo, insulté con fervor y me dirigí a la parada de colectivo.
Ya en viaje, descubrí un especimen más que, a bordo, se vuelve particularmente irritante cuando no llevás libro, tejido, comida ni ningún otro elemento que facilite mis actividades supra 80 años que tanto me gustan durante un viaje en transporte público. Ese perfil humano es el del protogalán que comienza "la previa"* ya desde que pide $1,25. Solito y en medio de una muchedumbre de señores con bigotes, abuelas y una embarazada sin glamour, él se ubica en una posición privilegiada y mueve hombros y cuello a la vez que pone al máximo el volumen de su celular; tan alto y riesgoso está, que se puede escuchar la música a través de sus auriculares. Entonces, la rutina es: mueve hombro izquierdo; mueve hombro derecho; oscilación de cabecita; gesto de asentimiento y de aceptación de la música; mirada panorámica para ver si lo están mirando; desvío a la ventanilla para indicar que, si lo estás mirando, no le interesás; por último, chequeo de su aparato celular. Una secuencia-moebius de 7 pasos que se repite incesantemente, y a través de la que "el que hace la previa" se siente cada vez más atractivo y ganador. Su ropa nueva, nuevísima, da cuenta de su vida de oficinista full time, donde no puede utilizar ninguna de esas prendas que esperan, inmaculadas, hasta el viernes a la noche: sólo así esas zapatillas blancas pueden serlo tanto y, esa campera de cuero, parecer encerada. Sin embargo, la tecnología le regala una mala pasada y toda esa combinación de estrategia, apariencia y seguridad de cazador se desmorona en segundos, a pasitos del Abasto:

—Hola, qué hacés, soy yo.
—(habla otro)
—Sí, boludo, mirá, estoy a 4 cuadras de tu casa, ya llego. Te llamo para que vayas bajando a abrirme, así no me quedo en la puerta.
—(habla el mismo otro)
—¿Seguro, boludo? Mirá que no me gusta esperar en la calle, por eso te llamo. Andá bajando, en serio, no quiero esperar, no me gusta.

Cobarde, caprichoso y ñañoso. "El que hace la previa" desde el colectivo tiene más posibilidades de largarse a llorar por el daikiri de durazno de su ninfa nocturna que de acompañarla, valiente y despreocupado, por las calles de Palermo a las 5 de la mañana. Chicas, si ven a uno que bailotea solo en el colectivo, tranquilo por sus presuntos triunfos, salgan corriendo; yo, que en estos meses no suelo correr y a partir de ahora siempre voy a llevar el tejido en la cartera, voy a mantenerlo a raya con mis agujas hasta que ustedes se hayan perdido de vista.

* Se refiere a las mil horas que suceden antes de ingresar a una discoteca, donde uno ya salió, ya comió, bebió, miró, conquistó y perdió, y aún así decide pagar para entrar a un lugar mal ventilado, multitudinario y en el que se permanecerá menos tiempo que en "la previa".

No hay comentarios: