sábado, 28 de febrero de 2009

Laigt

SÍ A:
cebolla, zanahoria, manzanas, peras, berenjenas, tomates, zapallitos, limones, cebollas de verdeo, duraznos, galletas de arroz, queso y leche descremados.

NO A:
todo el pan que llena mis días en sus diferentes versiones.

Hacía mucho que no me preparaba espiritual y supermercadísticamente para una dieta. Pero aquí estoy, sintiendo el clásico apetito que no surge tanto de comer menos, sino de saber que no se puede comer más. No obstante, prometí que nunca más iba a seguir un plan "de fotocopia" o las grillas ésas insoportables, así que mi esquema es autodidacta. Como la disciplina no es lo mío, creo que voy frita (sí, frita, no al horno).
No se crucen conmigo en los próximos días, porque cuando estoy a dieta el canibalismo no deja de ser una opción. El problema es que también dejé de comer carne, así que tal vez me vean aferrada con los dientes a un arbusto de Flores. Qué vida de merda.

domingo, 22 de febrero de 2009

Corso

Mientras yo estoy algo lejos de sus movimientos titiritescos, ellos quiebran sus caderas para levantar las piernas más alto, como polichinelas devaluados cuyo patetismo alegre forma parte, cada febrero, de las pretensiones (fallidas) de carnaval en la ciudad.
Sin embargo, como siempre que empiezo escribiendo sobre cualquier cosa, no es específicamente de las murgas sobre lo que quiero debatir en esta ocasión, sino sobre un personaje típico de sus filas que promueve la violencia con cada manotazo al cielo y entrechoque de rodillas huesudas.

Quiero dedicarle mis 2' de odio (al estilo de 1984) a los murgueros/as

Debo aclarar que esta caricatura carnavalesca no guarda similitud con el murguista, personaje muy respetable, por lo general idóneo para el corso y que tiene algo para dar, aunque no siempre nos guste ni nos interese. Me refiero al murguero/a que, de acuerdo con su sexo, presenta características auténticamente insoportables.

El murguero es el chicobien que quiere ser hippie y vive en Palermo Soja, no utiliza desodorante en sus axilas y tampoco otros productos de higiene para el resto de su cuerpo fibroso. Casi siempre está en cueros en lugares de tumulto, por lo que todos debemos contactarnos con su transpiración, con su mochila molesta y bultosa, así como los muchos pelos, en rastas y en trenzas, que habitan de su tórax para arriba (que es lo que está a la vista). Suele encontrarse en restaurantes vegetarianos de tenedor libre —uno muy popular del Abasto, por ejemplo— buscando tofu entre las bandejas con sus brazos en jarra e ignorante (cuándo no) de sus emanaciones propias de un soplido de Botnia.

La murguera es la chicabien que se viste con colores, baila encorvada y flexionando sus manos de tal manera que vayan de su nuca hacia arriba —como Ricky Maravilla en la frente, pero en el cuello y base inferior del cráneo—. Siempre se está moviendo cuando nadie se lo pide y ensaya su pasito de murguera (no de murguista) cuando quiere llamar la atención, es decir, SIEMPRE. Suele hacerse la simpática con los novios de otras, porque el propio ya la ha abandonado hace demasiado. Además, tiende a comer con la boca abierta, a utilizar demasiado las manos en desmedro de los cubiertos y a cantar cuando debería imperar el silencio (es decir, todas las veces en que ella está presente).

El murguero-estereotipo (más allá de su sexo), como no es reconocido por la gente del carnaval que sí hace las cosas en serio, se ve obligado a dar cuenta de su estirpe (?) los 365 días del año en plazas, recitales, bares y esquinas donde espera un colectivo que lo saque del galpón tugurioso donde organiza un viaje con 175 personas a Tilcara y lo deposite en algún punto de la ciudad donde yo siempre me lo encuentro, sin botellas rotas a mano para enarbolar y lanzar.

Los detesto desde hace tanto tiempo, que no entiendo cómo lo declaro recién ahora en este blog. Los verdaderos Insolados sabrán entender mi ira. Los otros, seguro tienen un asqueroso corazón murguero.

domingo, 15 de febrero de 2009

Aló?

Hace una semana que tengo dos líneas en el mismo teléfono. Esto es, llamo a un lugar y, mientras suena el tono que me indica esperar, escucho a la vez el contestador del mismo número que me avisa que está ocupado. Claro, porque la que está intentando hablar soy yo misma, pero desde una realidad paralela.
Como si todo esto fuera poco, la línea en cuestión se encuentra ligada con otro número de acá cerca, que es un local al que los clientes llaman muy temprano y preguntan por Vivi. Sin embargo, no hay viceversa y, si la Fortuna timbrea a mi aparato, no le contesta nadie. Así que la peor parte se lleva por estos pagos.
Calculando que en Telefónica nadie me daba una respuesta más allá de "Estamos solucionando su pedido. Muchas gracias" y un corte abrupto, decidí invocar el teléfono de mis padres para que un símil de ser humano me atendiera. Transcripción del diálogo con un exaltado "representante":

—Sí, usted llama por el 424...
—No, en realidad te llamo por otro número, pero si no doy el de la casa de mi mamá nadie me atiende.
—(...) (...) Está bien, ¿por qué número desea consultar?
—Por el 461...
—Pero señora, ¡acá me figura que usted ya llamó por ese pedido!
—Sí, pero da la casualidad de que nadie me dice en qué estado está la reparación y que hace 5 días que tengo este problema.
—Bueno, pero tenemos hasta 12 días hábiles y usted está llamando en el 3°!
—Perfecto, pero nadie me lo había dicho. Ahora, ¿tengo un número distinto para consultarte mientras tanto, sin que me hable una operadora, o te tengo que seguir mintiendo?
—No, no hay ninguno.
—Entonces te sigo mintiendo.
—Usted puede esperar el plazo que le damos a ver si se soluciona, llamar y que lo atienda la operadora otra vez, o comunicarse de la forma clandestina en la que lo está haciendo ahora.

Chan, chan.
Lo que me encanta de los servicios públicos-privatizados es que brindan respuestas coherentes.
Niños, hagan esto en sus casas: pidan reparaciones y molesten utilizando el número de otros, así estos zopencos aprenden y, de paso, fastidiamos un rato a los telefonistas rencorosos por haber sido bochados en el ingreso de la Juan Vucetich.

sábado, 7 de febrero de 2009

Advenimiento

Tantas invocaciones a las deidades bizarras, en este foro, por fin, dieron resultado. Tiemblen Guido Süller, El Larva, Mich, Samanta, Natalia y Florencia-la-bruja-que-iba-con-su-madre-alodeMauroViale; que pidan refuerzos el marido de Adriana Aguirre y los ex-GH; de paso, que Nazarena deje de hacerse la Courtney Love de Carlos Paz porque todo terminó. Él ha tocado nuestra puerta y debemos recibirlo como se debe.

Porque siempre llega para cantar la justa;
porque es un macho televisivo que probó (el anonimato) y volvió;
porque sólo llegó cuando tenía algo para decir;
porque su sola presencia evoca tapizados de leopardo y anteojos de sol con marco dorado;
porque está vivito y coleando cuando sus adversarios ya alquilan camas en granjas de rehabilitación;
porque confirma lo que toda mujer resentida como yo dice de las bombas sexys de la TV: que son todas proletarias del amor (y a veces ni siquiera eso);
porque es una fuente de inspiración a cada momento;
porque es el principio del regreso de glorias como el ya mencionado ZAP;
porque me da las respuestas que Paulo Coelho me niega;
porque su videoclip del tema "Billetera mata galán" merece ser pasado en las escuelas;
porque editó un libro homónimo;
por todo eso y muchas cosas más que esperamos disfrutar en este verano aburrido,

BIENVENIDO JACOBO WINOGRAD A LA TELE DE MI PH
(Espero que en los televisores de ustedes también se vea,
¿o es una ilusión óptica la que me acosa?)

jueves, 5 de febrero de 2009

Carne I*

Hay un momento de la vida en el nuevo barrio, cuando se es una vecina flamante o se llega por primera vez al negocio analizado, que causa pena y mucha risa a la vez:

CUANDO UNA LE CUENTA AL CARNICERO QUE ESTÁ DE NOVIA.

—¿Sos nueva en el barrio?
—Sí, hace algunos meses nomás —hace un poco más pero, si digo la verdad, no podría justificar mi llegada con demora a ese emporio.
—Bueno, ¡bienvenida al barrio! ¿De dónde venís?
—De La Paternal.
—Ah, de La Paternal? Entonces, ¿vos sos de los bichitos? —cuchillo empuñado, punta hacia mi humanidad.
—No, yo no, pero mi novio sí es fanático del Bicho. Yo soy de Lanús.
—Ah, tu novio... tu novio es de Argentinos Juniors...

Esa frase terminó con las fantasías que todo carnicero tiene al ver a una vecina nueva. Todos sueñan con invitarla a una balsa armada con salchichas parrilleras, cantarles haciendo la mímica de una guitarra con una pata de cordero y ofrecerle, como anillo de amor eterno, una rueda de osobuco o de caracú, si el dedo de la dama es fino y pequeño. Pero no. La verdad sea dicha. En ese momento, con los ademanes más varoneros con los que se cuente, una debe responder al comerciante que, más que faenar, se dedica a la pesca: "No, macho, mi novio es del Bicho y yo soy del Grana hasta la muerte".

* Ver Sharpe, T.: Wilt.

domingo, 1 de febrero de 2009

MamitaMía

— Y no, a Silvia no le va a gustar la noticia. Sobre todo porque yo le dije que si volvía a tener otro, me lo tenía que criar ella.
(...)
— Claro, porque cuando tuve a mi tercera hija, ella me operó para que no tuviera más. Y ahora estoy embarazada. Se va a llevar una sorpresa.

Sí, aunque no creo que se sorprendiera/espantara tanto como yo, que me había convertido en paciente de "Silvia" (médica ginecóloga compartida con la futura mamá) con fines de prevención de salud y de maternidad. Ahora sabía que, aunque me hubiera hecho un montón de exámenes para que me recomendara métodos anticonceptivos, no estaba muy segura de escuchar sus consejos. Pero el propio accionar de la galena me dio la sabia pauta de la huida: no sólo se había olvidado de para qué eran todos los análisis que me había indicado, sino que abrió un ropero diciéndome "a ver, cuál te puedo dar para que no las compres", y me brindó generosamente una caja de píldoras vencidas en agosto del año pasado.
Yo no creo en las ginecólogas del Opus Dei, pero que las hay, las hay. Y una de ellas atiende en la calle Nazarre (Villa del Parque, Capital Federal).