martes, 30 de noviembre de 2010

MiniFreud

(Supermercado, una señora habla con una nena de 3 años aprox.)

Señora: Male, voy a llamar a tu mamá para decirle que te estás portando mal. Mirá el celular, ahora la estoy llamando, ¿ves?
Male: cuento hasta tres y dejás de llamar a mi mamá. Uno, dos,...
Señora: Male, yo soy la que está enojada, no vos. No proyectes.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Confesión

Anteúltimo día de noviembre. Es el momento de reconocerlo. Mañana será tarde para lágrimas.
No vas a llegar a hacer ni la mitad de lo que te propusiste para diciembre, sobre todo calculando que es el único mes del año que se termina en un día 15.
¿Trabajos finales? ¿Parciales? ¿Trámites bancarios? ¿Turnos con el médico? Como diría una insoportable publicidad de higiene femenina: ¡Olvidate! El año se termina mañana a las 20 hs. y no hay nada que se pueda hacer para detener el tiempo. Hoy es lunes, y mañana es viernes. El resto de los días son momentos de dispersión encubiertos. Asumir esta situación nos reducirá la angustia y nos brindará más espacio para sufrir otro bodrio findeañero: la Navidad. No pierdas la oportunidad de odiar las fiestas sólo por concentrarte en tus objetivos pendientes. En enero también tendrás la chance de darte cuenta que, en otro mes distinto, tampoco hiciste nada. En cambio, detestar la Navidad es algo que sucede sólo una vez por año. No desvíes tu energía orientada hacia lo único por algo que se repetirá en el futuro cercano.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Andergüear

Hace algunos días, me compré una dotación de bombachas con estampados cambalacheros. Y a pesar de la contentura que me dio la adquisición, debo confesar que me quedé pensando en cómo quedarían colgadas de la soga y qué extraña impresión daría esa combinación de lunares, print, rayado, kittys y no sé qué más, en culottes grandotes y que hablarían mal de mí. Cuál habrá sido la intensidad de mi preocupación que, por la noche, soñé que una de las chicas-culo que publicitan los "llamá al *546colegialade30años" se mostraba con una de mis bombachas. Una grandota, de rayas y lunares, con la que invitaba (?) al espectador. Yo miraba aterrorizada y decía: "¡Qué idiota, yo tenía razón y no me quise escuchar! ¡Esas bombachas son de gato y todo el mundo las va a ver colgadas en mi soga!".

lunes, 15 de noviembre de 2010

Curvas

Alguna vez, las mujeres deberíamos hacer un curso de piropología flexible, para incluir en el rubro de halago todo lo que, hasta la actualidad, nos parece un tren de alta velocidad que viene de frente. Lograr ese conocimiento me permitiría sobrellevar situaciones como ésta:

Concubinovio: che, la verdad es que Belén Francese se convirtió en una catita total.
Insolada: ¿en qué sentido le decís "catita"?
Concubinovio: y, en que está ancha de caderas.
Insolada: ajá, pero yo tengo las caderas más anchas que ella.
Concubinovio: bueno, pero vos trabajás de otra cosa.

Si alguien quiere saber lo que experimentaron los espectadores de la primera película proyectada, ésa en la que la locomotora iba directamente hacia la pantalla, le recomiendo que dramatice este diálogo de la vida cotidiana. Pero no terminó ahí, porque cuando estaba sacándome el hollín de la cara, quitando el canto rodado de las sandalias y ensayando torniquetes autogestionados después del choque, él vino y acotó:

Concubinovio: ¿y sabés qué más? ¿Qué es lo que vos tenés que ella no?
Insolada (piensa): (ojos brillantes, suaves pies, sensuales piernas, torneados brazos, dientes parejos, pelo lindo, ¿cuál mentira me dedicará? ¿cuaaaaaaál?)
Concubinovio: tenés onda.

Mmmmgrrrrhhfffgglllmmmmhjjjjjtttttgggggrrrrrdddd.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Caluroso

Después de un viernes agitado, zapping de sábado mientras trato de encontrar fuerzas espirituales para hacer lo que tengo que hacer -que siempre me parece lo último que debería hacer en un día como hoy, en que lo único recomendable es ir al parque hasta que se haga de noche.

Entonces, como si fuera el manotazo de ahogado de yapa, escribo un nuevo post. Pero no es un post al pasar, uno que retrata un momento de mi jornada indescriptible. No. Éste es un post de ubicación espaciotemporal, porque entre tanto agobio que tengo hoy -tomar de más ayer, no encontrar el arroba en esta nueva y bella computadora, tampoco los signos de guión que son los que tengo que usar para escribir, sólo pensar en ir al parque, saber que tengo ropa húmeda en el lavarropas que espera ser colgada, etc.-, encontré ese vistazo de brújula que me permite saber que, sí, otra vez, empezó el maldito verano. No es el poder quedarme en musculosa sin recurrir a la campera; no es tener que calzarme para salir a la terraza porque las baldosas me derriten los pies; no es que la gata esquive mi cercanía para dormir, porque para calurosa ya está ella; no es la sensación de que en marzo creías que ibas a hacer 35 cosas y, en noviembre, te das cuenta de que apenas llegarás a cubrir 2 y media; no.
Es que Él está de regreso.
Al son de "Viniste con las chicas, ¿son hermanas, no?"; "Veo que te gustan las montañas"; "¿El culote es tuyo?"; "En las afueras, ¿selva amazónica o campo árido?", el baboso de Crónica* está de nuevo entre nosotros. Notas en Parque Norte, en las piletas hiperpobladas de Capital Federal, a la pista de las noventosas que toman sol en tanga en las plazas de la ciudad, él no pierde pisada ni oportunidad de que se atraganten los mates ante cada pregunta. Una mezcla de Luis Almirante Brown (en la segunda parte de la performance), José Luis Gioia y Jorge Corona, disfrazado con la cara del más estúpido de la cuadra, y el peinado del nabo de 7mo. grado. Él llegó y nosotros temblamos. La temperatura no tardará en subir.





* En casa, y en virtud de que es la tercera temporada en la que seguimos su carrera, nos animamos a la confianza y gritamos "Uy, ¡llegó el pajero de Crónica, vení, mirá!". Pero ustedes evalúen el grado de cercanía que deberían tener con este personaje.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Acococoso

—¿Ana, Ana, sos vos?

Domingo 7 de noviembre. 6 de la mañana.
El tartamudo regresó, y los que decían que tal vez fuera un psycho, creo que tienen razón.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Peloteo

Hoy, que me tomé unos mates cumpleañeros en el parque, entre sandwich y lectura vi dos hermanos pequeños jugando al fútbol: uno, con actitud de crack, y el otro, todo lo contrario. Y pensé qué difícil debe ser el hijo que juega mal, pésimo, al fútbol, cuando tu hermano lo hace super bien. También me llegó este inútil pensamiento en otra ocasión, en otros mates y en otros parques, cuando un niño que claramente había nacido sin coordinación ni noción de la patada intentaba jugar al fútbol. Su madre, sarcástica o totalmente apartada de la realidad, le había comprado un regio conjunto de camiseta + short de Argentina, con el dato de que la espalda decía "Messi": eso agregaba kilos al papelón que pasaba su hijo. Mientras me daba cuenta de que los demás seguían jugando con él porque era el dueño de la pelota, me dije que si tuviera un hijo que jugase mal al fútbol, le voy a estampar el nombre de Chipi Barijho en la espalda. Si tiene un destino de fracaso, que lo defienda desde el principio.

martes, 2 de noviembre de 2010

Partysano

Mi lugar de trabajo outdoor tiene muy pocas cosas de valor. No obstante, parece estar obligado a tener un "señor de seguridad" que controla la entrada. Como el salario de un empleado de vigilancia está en relación directa con el índice de peligrosidad del lugar que cuida, comprenderán cuánto le pueden llegar a pagar por trabajar allí; en consecuencia, entenderán quiénes son los freaks que se visten de negro y azul marino y se sientan en el escritorio.
El inventario cuenta con algunas referencias célebres, como aquel presunto adepto a la lucha libre que todos los lunes llegaba con curitas en las cejas, así como el querible muchacho que cursaba diseño de indumentaria en la escuela de Roberto Piazza y cosía sus trabajos prácticos en la jornada laboral. A ése lo queríamos, pero en virtud de la cuestión salarial, se fue a cuidar una maternidad que, claramente, tiene más aspectos que custodiar que nuestro instituto.
En la actualidad, quien ha aceptado el ofertón de la vigilancia académica es un señor gordo, pelado y rosado. Muy rosado. Desde hace meses, contesta cada pregunta con un "y sí, claro nena, ahí me parece genial", aunque le digas que una troupe de francotiradores está acechando el centro de documentación. Y, como hay algo en mí que convoca a la desubicación, de repente empezó a hablarme un poco más de la cuenta. Primero me dijo que era la persona más enérgica de todos los que trabajaban ahí —"no, el problema es que siempre llego tarde y entro corriendo", le contesté— y luego me contó que un amigo suyo, ya muerto, se admiraba de la fuerza vital de las "pibas jóvenes" —así que podemos suponer que el viagra y el fallecimiento del señor tuvieron un lazo oportuno alguna vez.
El problema parecía terminar ahí hasta el lunes pasado, cuando en lugar de abrir la puerta con el portero eléctrico y dejar libre la entrada, movió sus carnes hasta la puerta y la abrió con tracción a sangre. Reproducción del diálogo:
—Buen día, nena. Hoy abrimos sin portero eléctrico.
—Buen día, qué bien. Me voy corriendo.
—No, ¿sabés qué pasó?
—No, la verdad, no.
(Vale aclarar que el guardia habla como si estuviera contado el clásico chiste del avión donde viajan un japonés, un francés y un argentino: con los hombros un poco encogidos y las manos en movimientos simétricos)
—¡Se robaron una computadora!
—Uy, qué bajón, ésas cosas no se terminan, parece.
—Un chiste para descomprimir: ¿no fuiste vos, no?
—Jaaaaghj. No, no, la verdad es que no.
—Es para pasar el rato, mi broma. Hoy viniste muy linda.
—Gracias, gracias, estoy un poco dormida y lle-go-tar-de.
—No, viste, no lo decía antes pero ahora que viene el verano, me desinhibo.
—Qué bien, bueno, pero es primavera.
—No, viste, y es esa energía. Yo tenía un amigo, viste, que me decía de la fuerza de las pibas jóvenes, porque ¿cuántos años tenés vos? ¿30?
—Más o menos, voy a tener 29.
—Sí, eso, con una de 35 hay que seguirle el tren.
—Ah, claro, tu amigo se debe haber visto en problemas.
—No, yo salgo con una de 35, y tengo 59.
(Aquí empieza la información innecesaria que nunca, nunca, nunca, me debería haber contado)
—Qué bien, me estoy yendo.
—No, y viste, te dejan de cama.
—Claro, bueno, sí...
(En este punto, el guardia se pone de côte y mueve la mano haciendo el gesto como de "que se vengan todos", o símil).
—No, y ella viene el fin de semana y me dice "hoy quiero, hoy quiero...".
—Sí, fiesta, se entiende.
(Sigue el gesto de "que se vengan todos")
—Y el lunes estoy que no me puedo levantar, como si me estuvieran velando, ¿viste?
—Uy, qué mal, ¡me estoy yendo!
—Sí, sí, tenés razón, me voy a atender la puerta.

Me di vuelta, caminé hasta la curva del pasillo y rogué que estuviera el borrador de recuerdos de la película de Jim Carrey para que me desintegrara la conversación precedente. Comprendí, entonces, que la inseguridad que ocasionan las personas encargadas de la seguridad es mucho más riesgosa de lo que se piensa. Sólo me queda implorarle al mundo que encuentre un lugar más perezoso que éste para escuchar la radio.