martes, 31 de agosto de 2010

Congregación

Cuando, en virtud de los avatares de la planificación de pareja, un médico receta ácido fólico, las mujeres ingresan en una élite femenina, conocida como "la secta fólica". Este grupo se reconoce por semipreguntas de interpretación automática del estilo "¿Vos ya empezaste a tomar?" y, lo que antes podía ser droga, alcohol o barbitúricos, ahora es sólo una cosa: ácido fólico. Y después, cómo no, droga, alcohol o barbitúricos.
Lo cierto es que, al ser parte (en forma inmediata, pues nadie elige) de la secta fólica, los mensajes oraculares se multiplican: "yo lo tomé 2 meses antes", "yo me lo tragué casi dos años", "yo lo tomé semana por medio porque me olvidaba", "yo lo tomé pero me parece una bobada porque ninguna de nuestras madres lo tuvo", "¿ácido fólico? yo me enteré de mi preñez a los 7 meses", "por las dudas, yo me tomaba dos por día", "por las dudas, yo me comí la caja una vez, porque no estaba segura de si había absorbido bien las píldoras y por ahí en el cartón había quedado algo".
Además de este ingreso subrepticio a las huestes de la medicalización preventiva, el conocimiento de los packaging de ácido fólico motivó el horror. Porque cada una de las cajas que contienen los blisters son una patada certera en el medio de la cabeza del diseño gráfico. Verde fluorescente mezclado con azul, blanco mortuorio que sostiene una tipografía de terror y, lo más inquietante, una caja blanca con tres bebés rubios que gatean hacia el que ingesta. Tres. Rubios. Bebés. Nunca supe si la promesa era prevención de inconvenientes en el tubo neural, o control de gestaciones no arias.
Debería haber escaneado mis hallazgos, pero no sólo soy vaga, sino que carezco de escáner. Ergo, busquen en el google imágenes "ácido fólico cajas" y sabrán lo que les digo, aunque todavía no esté el registro de los tres tesoritos hitlerianos. Y ahora me voy porque tengo que pintar de flúo las pildoras, para distinguirlas si mi cuerpo las expulsa sin miramientos y volverlas a tomar en ese mismo momento. Es un ejercicio de la secta fólica que me consagra como una de sus más férreas integrantes.

domingo, 29 de agosto de 2010

Pregón

Llegó el blog de una amiga de las buenas, que hace un blog de los buenos, así que dejen de mirar por 15° vez Abigail y clickeen acá: http://japukambae.blogspot.com

martes, 24 de agosto de 2010

Enemiga

Cuando está ella, el colectivero jamás te devuelve el saludo.
Cuando está ella, él puede deglutirse todos los semáforos de una avenida con onda verde, sin remordimiento.
Cuando está ella, todas las infracciones del chofer son sexies.
Cuando está ella, sus malagenteadas con los pasajeros a los que deja varados en una parada, son divertidas y de chico malo.
Ella es La Mercenaria, alias "LaMe".
Suele portar tintura de tonalidad dudosa y risotada ídem. Aunque su perfil es versátil y puede esconderse detrás de cualquier ropaje y recorrido, hay que recordar que hay dos tipos de LaMe: la de colectivo lleno y la de colectivo vacío. La primera se aferra al asiento del colectivero, como si quisiera marcarse en el cuerpo las rendijas del respaldo. La segunda se sienta en el primer asiento, se inclina hacia adelante para usufructuar su escote inimputable —por poco o por demasiado.
En cualquiera de sus versiones, la LaMe es la peor enemiga del pasajero tradicional y tranquilo*, que sólo quiere estirar su mano, que el colectivo frene, lo deje subir y le marque el precio del boleto. A partir de la existencia de la LaMe, esto es más difícil, porque ella tiende a incurrir en ciertas acciones conspirativas, a saber:
  • Celebra al bondiman perezoso que deja a pie a alguien sólo porque le da pereza cambiarse de carril.
  • Se divierte con el aguerrido que, cuando pasaron 2 segundos del rojo en el semáforo, pasa igual para demostrar su inconformismo con la seguridad vial.
  • Entabla la discordia entre compañeros de trabajo porque sugiere cuál es el que "se deja estar" para que el otro frene en todas las paradas, así como defiende al que la lleva gratis cuando elige ese modo disimulado de trabajar.
  • Consigue el número de celular del chofer para mandarle un chiste los fines de semana, cuando tiene que pagar boleto**.

La LaMe es peor que el viejo que se adhiere a los primeros metros del pasillo y no deja pasar a nadie; es más molesta que el asqueroso que no se lava la campera durante todo el invierno; es más cruel que el que se duerme en el asiento reservado para la donación; es más irritante que los chicos que hablan durante 1 hora completa de viaje. La Mercenaria es la traición sobre ruedas ajenas, a las que sube gratis. Y debe ser motivo de odio popular, porque cuando nosotros salgamos con antorchas para prender fuego las líneas de transporte que siempre nos fallaron, ellas van a salir con minifalda y balde de agua para ahogar nuestra sabia y justa misión. LaMes, la guerra está declarada, así que háganse las raíces.


* Esto no incluye a la gente que golpea con las monedas el vidrio de la puerta.
** Si el chofer está en pareja, la LaMe se vuelve polifacética e ingresa también en las categorías de yegua zorra adversaria del gremio femenino. Sí, yo también pienso que la culpa no es del chancho sino del que le da de comer, pero esta chancha no debería zafar.

domingo, 22 de agosto de 2010

Objetivo

—¿Pero vos qué querés, entonces? ¿Qué te gustaría?
—Y, mirá, a mí me gustaría estar con alguien que me quiera, y que resulte.

Con diversas palabras, esta síntesis perfecta del objetivo amor es lo que más he escuchado en boca de mis amigas en el último tiempo. Hombres, a ver si se ponen las pilas.

lunes, 16 de agosto de 2010

Señoñitas

De ida y de vuelta, dos perlas propias del Sí de las Niñas.

Ida. Línea E, semivacía. Tres personas en el vagón: una señora con su hija de 6 años aprox, y yo. La mujer le lee algo que sacó de su cartera, mientras la nena corretea entre los asientos. En un momento en que se acerca a ella, ambas podemos escuchar la enseñanza que mana del papel:

"El placer de lo prohibido es lo que lleva a la droga.
La droga es una trampa que nos puede llevar incluso a la muerte".

Todo, leído con entonación de cuento, como cuando le dicen a Blancanieves que sólo podrá despertar con un beso del ser amado. La nena no dice nada y sigue andando. La doña agarra fuerte la cartera y mira al vacío como si estuviera memorizando algo.

Vuelta. Estación Burzaco del FF. CC. Roca. Dos parejas treintañeras del conurbano arrabalero. Ellos hablan entre sí, ellas hablan con su respectivo señor, pero no entre ellas. Uno de los galanes alecciona a su trofeo de jeans ajustados:

"Vos tenés que ser un poquito más señorita y aprender a cerrar el orto".

El otro, que no puede ser menos maestro, también tiene algo para decirle a su prenda:

"Yo siempre te digo a vos: cuando te aviso 'tomátelas', vos te las tenés que tomar".

Ellas ríen y tratan de dar explicaciones, mientras ellos ya están en otro tema que les permitirá medirse las hombrías angustiadas, mientras cunde el frío en el andén.

viernes, 13 de agosto de 2010

Ómnipuf

Sucesivos viajes en micro en una frecuencia no demasiado esporádica me permitieron identificar ciertas problemáticas de las llamadas "unidades", cada vez más caras y cada vez menos hospitalarias. Si van a hacer uso del frío fin de semana largo, éstas son las cosas que posiblemente observen en sus transportes de larga distancia:
* Tentempié: algo sencillamente indignante y opuesto a cualquier concepción de "comida" que una persona pueda tener en mente. Un paquete de 4 galletitas de agua sin sal, un minipaquete de confites, un alfajor blanco y dos caramelos constituyen un atentado a la cortesía por parte del pasajero.
* Ubicación de los televisores: siempre, siempre, siempre, están mal puestos. Los únicos dos que pueden mirar la pantalla tienen que tirarse para atrás durante toda la película, y el resto no adivina nunca quién es la superestrella de la megaproducción yanqui que se pirateó para la ocasión.
* Altura de los asientos: directamente relacionado con el ítem anterior, suele suceder que los respaldos son más altos que la línea de la mirada. Ergo, no se ve el televisor y no se sufre la película.
* Película: en un 99% de los casos, está mal elegida, tiene escenas de sexo frente a los chicos, episodios de violencia inusitada para los impresionables, un argumento naïf que propende a la violencia, o es un bodrio que te hace pensar "¿apagaron las luces y no puedo leer nada por esta bosta?". Además, cuando se termina, el protector de pantalla se mantiene 2 horas más, y durante todo ese tiempo es imposible dejar de mirar fijo para adivinar cuándo el óvalo de DVD caerá justo en uno de los vértices de la pantalla.
* Baño: tiene chifletes de aire inubicables, y cuenta con jabón líquido pero no tiene agua. En consecuencia, uno se llena las manos de esa sustancia química y luego no se las puede enjuagar. Además, nunca he podido sacarme de la cabeza que hay alguien que ve al usuario desde la ventana que da a la ruta, o desde algún otro punto estratégico no reconocible a simple vista.
* Café: cómo olvidarse de ese clásico de la putrefacción viajera. Su color, sabor y temperatura varían según la empresa, pero en todos los casos es altamente inadecuada. Nunca comprendí por qué no dejaban agua caliente a disposición, para hacerse té, mate o cafe traido por uno mismo, que es más seguro y más rico.

Así es que, aún cuando te vayas a un super hotel o a la confortable casa de una abuela en las afueras, el viaje en micro siempre te permitirá decir que sos un aventurero y que te gustan las experiencias extremas. Hete aquí la enseñanza. Una bella parábola del transporte.

martes, 10 de agosto de 2010

Agenda

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viernes, 6 de agosto de 2010

Training

Días libres en la playa.
Las Toninas, para más datos.
Frío, sol escurridizo y playa vacía.
Momento ideal para ensayar lo que nunca debería haber planeado:
Sesión de actividad física autodidacta sobre la arena.

Una rutina planteada más o menos así:
5' corriendo, 5' caminando. Repite 4 veces y se termina corriendo. Luego, tanda de abdominales de varias clases. Se cierra con espinales entusiastas sobre el camino de madera de la entrada.

Puedo asegurar que la Naturaleza me llamó y me convocó, durante todo mi físicoproyecto, hacia el sedentarismo: nunca en mis jornadas playeras, en verano o en invierno, encontré tantos caracoles de ésos que tienen el ruido del mar adentro, más las conchillas en tonos rosas y violetas que son mi fetiche arenero. En consecuencia, terminé trotando como una gallina espantada con el bolsito lleno de mis tesoros, con la campera enredada y el celular haciendo sonar las alarmas a toda hora. Un espectáculo digno de olvidarse.