sábado, 29 de agosto de 2009

Delivery

Hoy soñe que mataba a una mujer (no me acuerdo quién), la serruchaba en varias partes y disponía sus pedazos en sendas bandejitas de plástico, como ésas donde se coloca el pollo al horno de las casas de comidas. Guardaba mi tesoro en la alacena que está debajo de la mesada y me pasaba todo el tiempo (la noche completa, en la vida real) pensando cómo deshacerme de la evidencia. Me cansé mucho. No es cool ser descuartizadora.

jueves, 27 de agosto de 2009

Cuidados

—Bueno, ¡pero mañana traeme el calzoncillo!

Con esta indicación un tanto íntima, el linyera apostado en la cuadra de San Pedro advertía a la señora que, día tras día, se le acercaba y le acomodaba los bártulos tirados en la vereda. El muchacho, solo y un tanto loco, se la pasaba durmiendo o acostado. Cuando estaba despierto, hablaba a los gritos o te pedía fuego para algunos cigarrillos que guardaba entre las frazadas.
Si había lluvia, se cruzaba a la vereda protegida por el balcón. Si había un lindo sol de invierno, preparaba su tienda de campaña justo donde mejor pegaba. Pasó los peores días del invierno, mientras yo me preguntaba si su extraña vida peligraría alguna de estas noches, por efecto del frío y de las heladas. Pero esquivó la gripe porcina, la otra también y las neumonías/pulmonías que lo mirarían muy de cerca.
Hace algunas semanas, esa mujer comenzó a acercársele, a hablarle y lo veía cómo se sacaba la remera para dársela mientras ella le daba otra limpia. Ese día en que lo escuché gritar, estaba en remera y ropa interior sentado en el piso. Mi conclusión fue que los hijos de la señora habían crecido y se habían eyectado de la casa. En consecuencia, ella decidió criar al linyera, aunque los quehaceres con los calzoncillos me parecieron un tanto excesivos.
Ahora, que los días son más lindos y lo peor, térmicamente hablando, ya pasó, el linyera no está más. Durante un día quedó su almohadón ennegrecido y su pedazo de goma espuma a modo de colchón. Al día siguiente, también habían desaparecido.
Aunque el marco de lo verosímil me enfrenta con otras opciones, sólo espero que haya nacido una linda historia de amor.

domingo, 23 de agosto de 2009

AlfredoRosso

Siempre tuve un deseo que, sé, nunca cumpliré: saber mucho de música. En verdad, creo que es una metamorfosis que surgió a partir del doloroso descubrimiento de que no tengo oído, que soy una bestia en las lecciones de música y que me encuentro lejos de tocar algo distinto del Himno a la Alegría con un dedo sobre el teclado.
Pero cuando digo "saber mucho de música", es Mucho.
Recitar la formación de un grupo de rock de los 70; conocer los cambios de baterista de la banda más ignota del oeste del Gran Buenos Aires; saber quién fue el productor del disco más virtuoso y menos vendido de la banda X; ostentar con el comentario de quién grabó el bajo como invitado en el disco bla, bla, bla del grupo Y; recordar alguna declaración de músico que me permita lucirme en reuniones con musicófilos; reconocer la cara de los integrantes de las bandas que me gustan, cuando salen sin el resto de sus compañeros; distinguir en términos auditivos un estilo de otro; conocer cuándo un sonido es "sucio"; valorar el uso de una marca de instrumento en lugar de otra; aprender autores de temas fundamentales y las alianzas que estuvieron detrás de la composición.
Pero no, me sale mejor acordarme de los mediáticos de los 90 y, a lo sumo, puedo citar algunas groupies bizarras, si de rock estamos hablando. ¿Quieren escuchar el Himno a la Alegría? Aprovechen: hoy justo me pinté la uña del virtuoso dedo índice.

viernes, 21 de agosto de 2009

Tarifas

Todos los que tomamos colectivos en la Capital Federal debemos hacer una difícil elección de tarifas, muy disímiles entre sí: $1,10; $1,20; $1,25. Tomándonos muy en serio la notoria diferencia entre cada pasaje —que evidentemente debe estar relacionada con una decisión sesuda y meditada por parte de las corporaciones intervinientes—, hacemos como si el colectivero no marcara siempre $1,25 porque el botón le queda más cerca de sus perezosos dedos y decimos:
—1,20, por favor.
Él, con gesto impasible de patovica buscando feos, pregunta:
—¿Cómo?
En este punto, él cree realmente que la diferencia de boleto es suntuosa y, por tanto, hay muchas personas que quieren hacerse millonarias a costa de escatimar 5 centavos por viaje. Respiro hondo y repito:
—1,20.
Tentado de preguntarme hasta dónde voy, finalmente se calla y marca.
¿Alguien les podrá explicar alguna vez que podemos colarnos en el tren, aprovechar el molinete liberado del subte, practicar la caminata rápida cuando la distancia no amerita las ruedas, pero que no le vamos a pichulear el boleto porque su pregunta "¿hasta dónde vas?" nos convoca a la más onerosa e impagable violencia?

Le dedico este post a un ejemplo de vida solidaria: Claudio, el chofer del 112 que siempre pasaba por Río de Janeiro y Díaz Vélez a las 23 hs y nos llevaba gratis a un montón de estudiantes de comunicación que íbamos para Lanús. Claudio, en nuestras dedicatorias de tesina, muchos deberíamos haberte incluido. Pero un blog es más divertido.

jueves, 20 de agosto de 2009

Fragancias

Momentos de sol que atacan cuando uno apostaba a los 5 grados bajo cero.
Humedad persistente que hace añorar los escenarios más áridos del planeta.
Un calor que viene de afuera, se consolida desde adentro y emana con prepotencia.
En estos días que pasaron, primaverales y esquizofrénicos,

ME CANSÉ DE CONVIVIR CON GENTE OLOROSA EN EL COLECTIVO

Que el frío congele los aromas en los tejidos no quiere decir que es posible pasarse todo el invierno sin lavarse la campera, sin bañarse y sin cuidarse de que hay seres humanos que tienen derecho a una calidad de vida mejor a bordo del transporte público. En un intento más, de los inútiles e innecesarios que suelen salir desde Insolada, convoco a la población viajante a realizar un folclórico apartheid del buen gusto cuando alguno de esos indeseables, con sólo mover los brazos para poner las monedas en la máquina de boletos, nos indica su presencia.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Niñera

De más está decirlo, sigo yendo a gimnasia con una devoción satánica, así como me fastidio mucho si pierdo alguna clase y no llego a las 3 semanales reglamentarias. Cuando la catástrofe adviene y sólo puedo asistir a 1 clase en toda la semana, escribo posts innecesarios y de alto contenido emo como el anterior.
Esta semana, que puedo cumplimentar con mis obsesiones en tiempo y forma, me acordé de un personaje de la clase, un estereotipo del gym, que no sólo está en mi gimnasio sino que, con otros cuerpos y otras caras, asola otras instalaciones del mundo entero.
Se trata de la alumna o asistente pegajosa, en un sentido no físico, sino emocional.
No falta a ninguna clase —no porque sea una insufrible como yo, sino porque es el paseo social de cada día—, es joven pero tiene hijos que empezaron la facultad o están trabajando, y no se da cuenta de que es hora de abandonar el rol de madre full time tal como lo venía ejerciendo. Podría pasar al próximo estadío si tuviera nietos, pero para eso le falta. Entonces, ejercita la ficción de lazos familiares con la profesora de gimnasia, oscilando entre actuar como la madre de ella y como la abuela de los hijos de ella, aportando consejos que a nadie le importan, propinando cariños que se rechazan con un escupitajo o pidiendo demostraciones de cercanía muy poco recomendables en un ámbito de sudor colectivo. Como estos perfiles son algo complejos de explicar, aquí van los ejemplos:

—¿Y a la nena la vas a mandar al jardín? Porque yo la noto sociable, como que le gusta estar con chicos.
—¿Estás comiendo bien? Mirá que vos gastás mucha energía, ¿eh?
—¿Cuándo me vas a traer a la nena para que la vea? Debe estar gigante, ¡no te olvides de que venga a la clase a visitarnos!
—Te dije que llamarla a **** le iba a hacer bien, porque está mucho tiempo en la casa, seguro que quiere volver a trabajar después del parto. ¿Viste que hace unos días te aconsejé que la llamaras por teléfono? Seguro se puso re-contenta.
—Sí, ayer hice scones y te traje una bandejita, para que pruebes.
—¡Soy una loca! Voy a tener que hacer los ejercicios con doble peso porque hoy al mediodía me comí un locro que rajaba la tierra.

Es posible que la atención dispensada a la profesora de gimnasia, que sólo quiere noquearla, se dirija esporádicamente a las alumnas-asistentes como ella que, de talante adolescente, parezcan desprotegidas, algo inocentes y dispuestas a escuchar sus recomendaciones maternales de ocasión. Sin embargo, esa infidelidad dura muy poco: enseguida recomienza su misión de salvataje con su mayor objetivo, "porque yo soy mamá y sé lo que se vive".
Una vida por allí, por favor.

martes, 11 de agosto de 2009

Baches

Mi psicóloga me dijo que era hora de reconocer que era una persona que podía tener errores.
Y puse manos a la obra.
Ahora, casi nada de lo que hago me parece, a simple vista, tan grave; es como si quisiera actuar a cuenta de todas las veces en las que fui hiperexigente con el mundo todo. Así, el problema mutó: no es que quiera parecer perfecta, sino que creo que puedo sacar soluciones de la manga para todas las veces en que decido equivocarme a mucha honra, y me obligo a ello.
Ejercitarme en una supuesta perfección para subsanar la imperfección; pavada de enrosque.

lunes, 3 de agosto de 2009

Pachanga

El sábado, mi padre tuvo una super fiesta sorpresa en honor a sus 50 años.
Aquí, dos postales de esa noche genial que cierran la serie de posts cumpleañeros, en la que se ve cómo Aníbal se deja llevar por el ritmo.



sábado, 1 de agosto de 2009

Solidaridad

Hace algunos meses, mi padre me llevó a Olivos para hacer una entrevista.

Papá: ¿A quién tenés que entrevistar acá?
Insolada: bueno, tengo que hacerle un reportaje a una sexóloga.
(sigue el mismo orden de interlocutores)

—¿Sexóloga? ¿Vos elegiste a quién reportear?
—No, me lo encargaron en la revista. Si no, ni borracha vengo hasta Olivos sin que me paguen taxi y molestándote a vos para que me traigas.
—A una sexóloga... ¿y cuál es el tema de la entrevista?
—"Cómo liberarse de las trabas que impiden disfrutar del sexo" o algo así.
—¡Ja, ja! ¿Y cuáles son esas trabas?
—La verdad, creo que la principal es tener que ir a Olivos un martes a la noche para hacer un reportaje. El resto de las trabas no me las imagino. A menos que hablen de "los trabas".
—¡Trabas!!!! Ja, ja*! Claro, ahí cambia la cosa.
—Sí, pero me aclararon que son "las trabas", es un poco más sencillo de preguntar.
—¿Y cuándo sale la revista?
—Creo que en el número de abril. Sí, calculo que en abril.
—No, yo digo para comprarla.
—Pá, entiendo que quieras tener las cosas en las que trabajan tus hijas, pero acá no sale ni mi nombre. Ni te molestes en aportar para la editorial.
—No, es que a mí me interesa la nota. Entonces, ¡pasame el archivo!
—Pá, creo que éste es el momento en que debería bajarme del coche. No me importa si estoy en medio de la autopista.
—No, en serio, pasame el reportaje cuando lo hagas que se lo leo a tu madre. Creo que le va a servir.
—Papá, por favor te lo pido. No profundicemos en el tema. No te olvides de que soy hija de los dos. Siempre termino por enterarme de cosas que no debería haber ni escuchado.
—Bueno, bueno, entonces vos pasámelo igual que yo no te cuento lo que hago con la nota. Hacé de cuenta que la tengo para ver cómo escribiste.
—Papá, estoy a punto de tirarme del auto. Yo te paso el archivo y vos nunca más me hablás del tema, ¿OK?
—Bueno, bueno... Es que creo que eso precisa tu madre. Debe ser algo de las trabas.
—¡PAPAAAAAÁ!!!!


Chan, chan III.

* A mi papá le encantan, le encantan, le encantan, las alusiones de doble sentido o con un solo sentido de carácter sexual. Y puede repetirlas hasta el hartazgo o hasta que peligra su integridad física (que, dado lo grandote que es, es algo que jamás pasa).