Cuando descubrís que el tema de discusión que te tocó desarrollar en un colectivo se parece mucho a los que transcurren en una película de Woody Allen, pero sin nada, absolutamente nada, de su connotación humorística, te queda un gusto raro en la mente.
Que, como todas las degustaciones, suele subsanarse con un sabor más agradable que viene después.
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