jueves, 14 de enero de 2010

Amores

Durante todo un invierno, esquivé con estoicismo la bicicleta del delivery que era propiedad del novio de mi vecina. Ella es una post-adolescente de unos 18 años, cuyos rasgos generales se resumen en una frase consensuada por mi concubinovio, el hombre de la casa —ergo, no estoy hablando desde la envidia—: "es la que estuvo bien hasta esta edad pero no va a durar hasta los 20 y pico. Es más: ya no está durando". El "durar" puede asociarse con, por ejemplo, ponerse una calza blanca, algo desconocido por mis piernas/glúteos y calculo que por los de muchas otras mujeres también.
Regreso al relato: mi vecina tuvo un novio repartidor durante poco más de un invierno y, como no le estaba permitido zaguanear en su casa, lo hacía en el pasillo del ph. Entonces, yo salía a sacar la basura y allí estaban ellos, en la oscuridad. Ella miraba con cara de circunstancia y él me saludaba como si fuera la suegra. Un día, esos tiempos se terminaron y, una noche de murga, él nos encontró (a Luciano y a mí) y nos saludó con ese dejo de "te conocí en un lugar al que no voy más".
Así pasaron los meses, sin amigas a la vista y ella descendiendo de coches anónimos cargados de 2 ó 3 muchachones. Hasta que se quedó con uno, o uno se quedó con ella. Ese mismo —bermudas grandes, gorrita, tintura rubia— es el que ocupa de nuevo un cuarto del pasillo en la oscuridad, noche por medio de este verano. Hace un ratito (00.10 am) llegué a casa, vi la puerta entreabierta y me asusté. Me asomé con cautela, pero falsa alarma: era ella, que estaba con los bordes del corpiño sobresaliendo mucho de la musculosa, frente a él en diagonal con los hombros sobre la pared —cual tabla de lavar donde la ropa se frota—, y dos vasos en el piso. Yo no pude más que decirle "ay, chicos, sigan con lo suyo, ya parezco una vieja interrumpidora".
Hoy me incomodé tanto, que tuve que ensayar una mala broma dentro de frases de circunstancia. Pero la próxima me guardo una promoción de descuento de moteles, de las que te dan en la calle, y se las doy. Todo sea para que no me hagan sentir mal.

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