domingo, 10 de enero de 2010

Infaltable

No basta con que haya calor, mosquitos, lluvias decadentes, edificios de más, colectivos de menos y una creciente incertidumbre sobre qué diablos hacer durante enero si uno/a se queda en la ciudad.
No, esa sumatoria de inquietudes cotidianas no alcanza.
Tenemos que recibir, seguir y celebrar al Rally Dakar.
Cuando el 1° de enero pasé por la autopista y vi las hordas de gente que esperaba para aplaudir a los 5 coches por hora que pasaban por ahí, debí haberme imaginado lo que vendría.
Odio el Dakar, me fastidia y me parece que es un castigo divino para quienes sobrevivimos este mes con cierta sobredosis de TV en Buenos Aires. Detesto que sea noticia, que haya que vivar a los participantes argentinos, que tengamos que entristecernos por los que se autodestruyeron sacando una foto a orillas del guardaraid (¿así se escribirá?) y, sobre todo, que debamos informarnos y debatir sobre el supuesto complot de los "hermanos Patronelli en su categoría de cuatri".
Si quiero pasar mi tiempo con cosas que no sirven para nada, miro los programas de chimentos o los canales bizarros del oeste que me regala telecentro. El Dakar me parece un auténtico y reverendo bodrio. Que abandonen todos o que se termine pronto.

1 comentario:

carlos dijo...

laua coincido con vos en lo que decis besos