martes, 2 de noviembre de 2010

Partysano

Mi lugar de trabajo outdoor tiene muy pocas cosas de valor. No obstante, parece estar obligado a tener un "señor de seguridad" que controla la entrada. Como el salario de un empleado de vigilancia está en relación directa con el índice de peligrosidad del lugar que cuida, comprenderán cuánto le pueden llegar a pagar por trabajar allí; en consecuencia, entenderán quiénes son los freaks que se visten de negro y azul marino y se sientan en el escritorio.
El inventario cuenta con algunas referencias célebres, como aquel presunto adepto a la lucha libre que todos los lunes llegaba con curitas en las cejas, así como el querible muchacho que cursaba diseño de indumentaria en la escuela de Roberto Piazza y cosía sus trabajos prácticos en la jornada laboral. A ése lo queríamos, pero en virtud de la cuestión salarial, se fue a cuidar una maternidad que, claramente, tiene más aspectos que custodiar que nuestro instituto.
En la actualidad, quien ha aceptado el ofertón de la vigilancia académica es un señor gordo, pelado y rosado. Muy rosado. Desde hace meses, contesta cada pregunta con un "y sí, claro nena, ahí me parece genial", aunque le digas que una troupe de francotiradores está acechando el centro de documentación. Y, como hay algo en mí que convoca a la desubicación, de repente empezó a hablarme un poco más de la cuenta. Primero me dijo que era la persona más enérgica de todos los que trabajaban ahí —"no, el problema es que siempre llego tarde y entro corriendo", le contesté— y luego me contó que un amigo suyo, ya muerto, se admiraba de la fuerza vital de las "pibas jóvenes" —así que podemos suponer que el viagra y el fallecimiento del señor tuvieron un lazo oportuno alguna vez.
El problema parecía terminar ahí hasta el lunes pasado, cuando en lugar de abrir la puerta con el portero eléctrico y dejar libre la entrada, movió sus carnes hasta la puerta y la abrió con tracción a sangre. Reproducción del diálogo:
—Buen día, nena. Hoy abrimos sin portero eléctrico.
—Buen día, qué bien. Me voy corriendo.
—No, ¿sabés qué pasó?
—No, la verdad, no.
(Vale aclarar que el guardia habla como si estuviera contado el clásico chiste del avión donde viajan un japonés, un francés y un argentino: con los hombros un poco encogidos y las manos en movimientos simétricos)
—¡Se robaron una computadora!
—Uy, qué bajón, ésas cosas no se terminan, parece.
—Un chiste para descomprimir: ¿no fuiste vos, no?
—Jaaaaghj. No, no, la verdad es que no.
—Es para pasar el rato, mi broma. Hoy viniste muy linda.
—Gracias, gracias, estoy un poco dormida y lle-go-tar-de.
—No, viste, no lo decía antes pero ahora que viene el verano, me desinhibo.
—Qué bien, bueno, pero es primavera.
—No, viste, y es esa energía. Yo tenía un amigo, viste, que me decía de la fuerza de las pibas jóvenes, porque ¿cuántos años tenés vos? ¿30?
—Más o menos, voy a tener 29.
—Sí, eso, con una de 35 hay que seguirle el tren.
—Ah, claro, tu amigo se debe haber visto en problemas.
—No, yo salgo con una de 35, y tengo 59.
(Aquí empieza la información innecesaria que nunca, nunca, nunca, me debería haber contado)
—Qué bien, me estoy yendo.
—No, y viste, te dejan de cama.
—Claro, bueno, sí...
(En este punto, el guardia se pone de côte y mueve la mano haciendo el gesto como de "que se vengan todos", o símil).
—No, y ella viene el fin de semana y me dice "hoy quiero, hoy quiero...".
—Sí, fiesta, se entiende.
(Sigue el gesto de "que se vengan todos")
—Y el lunes estoy que no me puedo levantar, como si me estuvieran velando, ¿viste?
—Uy, qué mal, ¡me estoy yendo!
—Sí, sí, tenés razón, me voy a atender la puerta.

Me di vuelta, caminé hasta la curva del pasillo y rogué que estuviera el borrador de recuerdos de la película de Jim Carrey para que me desintegrara la conversación precedente. Comprendí, entonces, que la inseguridad que ocasionan las personas encargadas de la seguridad es mucho más riesgosa de lo que se piensa. Sólo me queda implorarle al mundo que encuentre un lugar más perezoso que éste para escuchar la radio.

2 comentarios:

MaGui (Sí, sí... la misma) dijo...

Jajaja fuiste víctima de un clásico caso de "exceso de información". Eso te pasa por llegar tarde... Y AGRADECÉ QUE al síndrome "ecuatoriano" que tenés, el hombre lo llamó energía y no torpeza, amiga jajaja

ene dijo...

pero al tipo le falla un poco, te hubiera dicho que el le puede seguir el tren a cualquier chica joven! El tarado se tira para abajo!