miércoles, 14 de julio de 2010

Intergeneracional

Si alguien quiere sentirse una pieza de museo en un fin de semana depresivo, nada mejor que encontrarse en el transporte público con los reyes del cumbiatón. Señas particulares: ninguno supera los 18 años, ellas están hipermaquilladas y ellos con dibujos raros hechos en la cabellera —afeitadora de pelo mediante—, cargan botellas con bebidas indeclarables y otras muy ricas, así como tienen sus celulares con música a toda marcha.
Cuando viajo parada, los miro y me divierten. Cuando viajo sentada, los miro y los quiero matar, porque necesito leer, dormir o abstraerme.
Ese sábado, viajaba parada.

Se agolparon en los asientos de atrás, haciéndose upa y pasando la botella entre "shh" para que el colectivero no los bajase en pleno recorrido. Se reían, se caían y formulaban frases inconexas que mantenían la conexión dentro del grupo —no necesariamente la conversación—, al estilo de: "eh, gato"; "alto grupo"; y "no te queré sentá, yesi?". En medio del tumulto, uno de los adolescentes se me acerca y gestionó la peor de mis debacles en relación con finalizar la década de los 20 (es decir, tener 28 años).

—Usted disculpe, eh. Nosotros somos así.
(Uf N° 1: el trato de usted y el pedido de disculpas como si estuviera tratando con la celadora de la escuela).

—No, todo bien. La verdad, me divierten.
—Y es que sí, damos risa, la verdad.
(Uf N° 2: el intento de cercanía sólo marcó más distancia. Yo no puedo divertirme con ellos, sino que ellos me motivan la risa)

—No, no dije que dieran risa. Seguro que cuando yo tenía su edad, otros también me mirarían.
(Uf N° 3: me cavé la fosa. El pibe está imaginando que yo miraba las Radiolandia y esperaba el nuevo éxito de Sabú —que no tuvo— o el estreno de la última película de Sandro. Esto tengo que arreglarlo).

—Qué se yo, tengo 28 años, y lo que hacía hace 12 era muy distinto de lo que hacen ustedes.
(Uf N° 4: listo, perdida por completo. Decir la edad para demostrar juventud es lo menos de lo menos)

—Ah, pero entonces no es taaaaaaaaan grande. ¿Quiere tomar algo?
—No, no, te agradezco. Vengo de un cumpleaños y ya tomé bastante.
(Uf ° 5: no te hagas la viciosa delante de ellos, que te sacan varios cuerpos de ventaja y de verdad han tomado durante su adolescencia. No te hagas la piola. Ahora, nada puede seguir bien)

—Ah, por eso está agarrada a la baranda así. ¡Porque si no se cae cuando abren la puerta! ¿Por qué no se viene con nosotros a bailar?
(Ud N° 6: no, no y no. No se van a ir a divertir con la nona a la bailanta)

—Ja, ja, no, gracias. Creo que ya está bien así.
—Ey, chicos! Ella viene con nosotros, pásenme la botella que toma. ¿No quiere un poquito?
—¡No, todo OK, gracias! ¿Pero qué toman? ¿Gancia puro?
—Noooo.
—Ah, porque puro es casi como nafta.
—Es que nosotros somos así, mire: "somos los pibes que toman querosén, fuman faso y...".
—¿Y esa canción de quién es?
—Nuestra.
—¿Suya, la hicieron ustedes?
—Sí, claro.
—Ah, entonces estoy con compositores en el bondi. ¡Es otra cosa!
—¿Vio, o viste? Nosotros parecemos, nomás. ¡Ey, nos bajamos en la próxima!

Descendieron de a 8 por escalón y yo atiné un maternal "que se diviertan". Decididamente, si alguien quiere sentirse una pieza de museo en un fin de semana depresivo, nada mejor que encontrarse en el transporte público con los reyes del cumbiatón —además de escribir posts largos como éste y los precedentes.

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