sábado, 12 de diciembre de 2009

Taxi2

Y cuando pensé que el mundo de los taxistas no tenía demasiados secretos para mí, dado que me crié escuchando historias buenísimas que surgían a bordo de los autos amarillos y negros, justo me toca un viaje con un tachero careta.
No ahondaré mucho en las circunstancias alegres que me hicieron llegar a museum, en San Telmo, lleno de patovicas indeseables que ni siquiera se pudieron aprender el abecedario como condición esencial (y única) para ingresar al cuerpo inútil y pesado de la policía con uniforme. Sólo diré que alrededor de las 4 am salimos, un grupo de chicas, rumbo a nuestras casas, y que tomamos el primer taxi que pasaba por ahí.
En el transcurso del viaje, una recién re-descubierta compañera de trayecto* se despachó con un "bolivianos, paraguayos, toda esa m..., deberían irse de acá", por lo que otra chica y yo nos dedicamos a explicarle todo lo fascistas, ignorantes y remanidos que habían sido ella y su comentario. Cerró la boca durante todo el viaje y el vehículo comenzó a caldearse de un modo altamente positivo.
Por supuesto, siempre me toca bajarme última del taxi, después de alcanzar a todas las ladies a su hogar. En ese momento, el señor chofer comienza a hablar sobre lo que nadie le preguntó:

—Eh, mirá, vos guiame que yo no tengo idea de por dónde vamos.
—Está bien, seguí por Segurola que te indico.
—No, porque yo te explico: yo soy de Palermo, ¿viste?
—Ah, mirá.
—Y yo laburo siempre por Palermo.
—¿Sólo por Palermo?
—Sí, porque trabajo sólo dos noches por semana. En realidad, soy productor de seguros y hago las noches de fin de semana para enganchar la salida de los boliches.
—Bueno, qué raro que sos taxista y sólo te toca trabajar por Palermo.
—No, no: ahí está el punto. Yo no soy taxista, no me quiero llamar taxista.
—Mirá, mi papá es taxista y a mí me parece genial. ¿Vos no te querés llamar taxista porque no conocés el oficio?
—No, porque no me identifico con el gremio.
—Entonces, vos querés decir que conducís un taxi, no sos taxista.
—Sí, viste, lo hago porque, qué se yo...
—Por gusto, porque no tenés nada que hacer los fines de semana.
—No, tampoco es tan así, viste, bueno, salgo a veces, y...

En ese punto, dejé de pensar que era un nabo sin futuro en el taxi ni en su vida mustia, para empezar a evaluar la posibilidad de que fuera un asesino serial. No le gustaba ser taxista, no le gustaba conducir un taxi, no sabía cuál era la calle y tenía todos los fines de semana libres para subirse a un auto que no le gusta y que le hace incurrir en estas conversaciones insoportables. Le indiqué que ésa era la esquina de mi casa, le di justo para no esperar el cambio, y me fui pensando que todavía no había arrancado y que aún me faltaba media cuadra para abrir la puerta del ph y estar a salvo.

*Va al gimnasio con dos amigas a las que yo, que nunca veo la paja en mi ojo miope, las llamo "las flores de la costa" (continúen la rima). Señas particulares: rubia teñida, remera de leopardo, comentó que tuvo que dejar a un novio porque ella "siempre le da para adelante" y él "no tiene más expectativa que ser un empleaducho de cuarta", y corrió al baño del gimnasio para ver a un pánfilo que, viernes a las 23hs. estaba haciendo pesas solo frente al espejo. Le dije que ese tipo daba pérdidas por donde se lo mirase, que evidentemente se estaba erotizando con su propio cuerpo y que ella, tan pro, no tenía mayores esperanzas. Obvio, no me escuchó.

No hay comentarios: