domingo, 13 de septiembre de 2009

Papelera

Ciertas coincidencias me acompañan, como si fueran letanías, adonde quiera que vaya. Para que se cumpla lo previsto, lo que el destino me ha reservado, no importa la conjunción particular de circunstancias, la situación ni los condicionamientos: mi misión en este mundo siempre me interpela de las maneras más incómodas y agresivas. Es por eso que, a pesar de haber estudiado, de trabajar, de tener amigos y de haber raptado a La Negra, creo que nada de eso era mi función en la Tierra, sino otra actividad que, sin prisa y sin pausa, me demanda atención y acción:

REPONER EL PAPEL HIGIÉNICO

En mi casa, en la de mis padres, en la de amigos y también en lugares ajenos como un hostel o el baño del trabajo, siempre llego después del perezoso que terminó la última hoja de tisú y decidió hacerse el distraído. Arribo a ese ambiente privado, apresurada y dependiente del tualé (como toda fémina), pero tengo que suspender el impulso para salir, tranquila y superada, a buscar un maldito rollo de repuesto. Después de tantos años con el mismo azar fisiológico, decidí terapéuticamente que no es un problema de los vagos que me preceden, sino que se trata de mi cotidiano sacerdocio en pos del bienestar de la humanidad.
Y ahora me voy, que alguien salió de mi baño y seguro que debo misionar junto al inodoro.

1 comentario:

Adrimosar dijo...

todos tenemos una misiòn en esta vida!