sábado, 12 de septiembre de 2009

Jelous

Ahora resulta que puedo mantener un diálogo básico, sin pretensiones, en inglés. No obstante, también me di cuenta de mis preparativos imprescindibles: el primer día en que me topo con gringos, me comunico como si fuera un yeti lanusense, con palabras sueltas y sin poder seguir conversaciones. El segundo día adiestro el oído tonto que me dio la vida y, el tercero, me tomo un par de copas de vino y le cuento, en inglés y a un grupo de franceses, cómo fue la evolución del peronismo en sus tres gestiones. Esto último, por supuesto, con la participación estelar de mi concubinovio Lucho, que se encargó de los anglocalificativos sin demasiado rigor científico, ésos que tanto nos gusta usar.
En cada rincón del país, siempre hay una oportunidad para destruir la historia argentina sin gastar dinero y sin moverse de donde uno está. Alcoholizarse para balbucear en otro idioma, o balbucear (en otro idioma porque uno está alcoholizado: that is the question.
Afuera, mientras escribo esto, un mexicano se ríe en castellano como un estúpido. No hay código desconocido, ni ebriedad autogestionada, que me pueda salvar de escucharlo.

1 comentario:

c. dijo...

en qué andan, ustedes dos?