Cuando descubrís, a medianoche, que calentar las milanesas de soja en el microondas es una trampa mortal, pero aún así las comés a mordiscones y con la mano, porque están tan duras que no se pueden cortar con cuchillo.
Cuando sabés que, a tus espaldas, las cosas desordenadas de tu casa se ciernen sobre vos como monstruos hogareños.
Cuando la gata se burla de vos, durmiendo sobre tu almohada desde hace tres horas.
Cuando alrededor de tu escritorio se acumulan platos que tenían comida, varios vasos y un mate frío.
Cuando para llegar a otra habitación, caminás un promedio de tres metros más porque tenés que esquivar todo lo que está tirado.
Cuando hay un vino riquísimo, abierto, pero evitás tomarlo porque sabés que hay que seguir.
Cuando le decís a tu pareja "¡Que te diviertas mucho!" y, en lugar de disfrutar la noche a solas con una buena película, escuchás la TV como si fuera una radio, desde la computadora.
Cuando le tirás queso rallado a la comida de ayer, para que el microondas "gratine" y te haga parecer que es algo menos tóxico.
Cuando deseás que el Lobo Estepario se hubiera suicidado, de una vez, a la décima página, sólo para no tener que lidiar con él hasta el final del libro (el que fuma opio y no convida protagoniza un bodrio de por vida).
Cuando uno de los tornillos que unen tu cuello a tu espalda decide atravesarse y demostrarte su existencia.
Cuando escribís algo como esto, sólo para que la noche te parezca menos laboral.
Cuando se reúnen todos estos factores, definitivamente, sí: estás en el horno.
Ahora sí, buenas noches.
1 comentario:
TAN cierto todo!
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