viernes, 7 de septiembre de 2007

Darwin

Hace dos días, mi tarde fue el punto de convergencia de varias rarezas, a saber:

1. Comencé un curso para escribir artículos científicos.
2. El curso se dicta en la Facultad de Ciencias Exactas, lo que me enfrentó a una realidad universitaria muy distinta de la que viví en Sociales. Los pizarrones de las aulas tenían inscripciones y gráficos que, estoy segura, si se reflejaban en un espejo, daban la cifra exacta para acceder al Infierno.
3. El imperialismo lingúístico se nota muy acendrado por esos lares: un porcentaje considerable de la bibliografía que leen los alumnos está en inglés. ¿Es que la misma Facultad desprecia la producción científica latinoamericana, u odia a todos los traductores del idioma anglo? Por si hiciera falta decirlo, soy una bestia sudaca en lo que respecta a tratar con ese código.
4. No había nadie, salvo esta humilde servidora, que estudiara Ciencias Sociales o Humanísticas. Es un grupo totalmente ajeno, y los ejemplos de las clases son, casi todos, relativos a biología, física, etc.
5. Cuando volvía en el colectivo 107, me entretuve viendo el amor incipiente de dos cadetes de policía, que habían acordado besarse cada 25 cuadras para no demostrar lujuria. Con el uniforme, con cara de nenes, y con apariencia de escasas luces intelectuales, me parecieron futuros monos con navaja.

Como verán, en las más diversas situaciones, me enfrenté con pensamientos sobre biología, y me siento advertida: si quiero terminar ese curso, tendré que ejercitar la más estoica supervivencia darwiniana.

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