También es flaco, desgarbado y aprendió a maullarme a los gritos cuando quiere comer, es decir, todo el tiempo.
Preocupada porque fagocitaba como una alimaña y no engordaba, le dí antiparasitarios en dosis más altas que las que se le darían a un caballo. Hasta que me enteré que su dueña (mi famosa y border vecina) quería echarlo y, por eso, cada vez que se acercaba a comer, lo sacaba a patadas de su cocina.
Así que tiré el remedio, lo adoptamos en forma no oficial, y le compré hígado a manera de celebración.
No va a dejar de ser una saraca mugrienta, pero estará contento y a salvo.
Aquí lo presento.