domingo, 30 de septiembre de 2007

Atino

Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, Erdosain quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde.
Los siete locos, Roberto Arlt.

¿Ya conté que las primeras dos líneas de un libro me resultan cruciales?
Bueno, este comienzo es fabuloso.

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