Hay fragmentos de visión, perspectivas de la mirada, que, aun en mi casa de ahora, me hacen sentir como "en casa".
Es una sensación rara, porque mi referencia de hogar evoca muchas viviendas (la de ahora, las que habité con mis padres, la de mi abuela, etc.), pero hay composiciones mínimas, que se encuentran en cualquier lado, que me remiten a esa idea de casa que conservo en mi mente, sea cual fuere la forma que tenga en este momento.
Y es una sensación rara, como percibir el aroma de un árbol que te teletransporta a la Navidad cuando eras chica, o un desodorante pegajoso, flotando en el aire, que te lleva directamente a la clase de educación física del colegio.
Ayer me pasó algo así: estaba barriendo las hojas secas de mi rectangular(cito) pasillo, cuando miré a través de la ventanita de mi puerta —la que da al pasillo conjunto que tienen todos los ph— y descubrí un entramado de cables pegados a una pared que alguna vez fue blanca pero ahora gris, con rastros de humedad, y que necesitaría una mano de pintura (que dudo en darle alguna vez).
Me di cuenta de que a ese recorte de pared —mezcla de cal, hongos y tiempo— lo había encontrado en cada una de mis posadas, y me sentí como en casa o, en verdad, como en todas las casas en las que alguna vez viví.
Tal vez, el encontrarse a gusto sea eso, ¿no? No buscar confort ni belleza, sino acomodarse plácidamente entre las pelusas, la tierra y el poco de humedad que todas las casas poseen.
2 comentarios:
Ay! Teletransportación!!! Cómo me gusta eso! La teletransportación al poder!!!
Es precioso que haya detalles que conviertan un "nuestra" en un "mío". En mi caso, hay bastantes, pero todos remiten a tus ojos.
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