lunes, 2 de abril de 2012

Textiles

Es posible que ahora tenga que escribir más rápido y puntual, en virtud de la licuadora de tiempo en la que se ha convertido mi vida cotidiana por estos meses. Sin embargo, ahora que voy recuperando (poco a poco) el registro del alrededor, no quiero dejar pasar este fin de semana largo, con sus oportunidades ampliadas de ir a los parques y a las plazas, sin emitir esta reflexión:

En nivel de indeseabilidad, la chica que "hace tela" desde el 2010 ocupa el mismo lugar que destrozó "la murguera" durante la década 2000-2009.

Señas particulares: escote flexible, andar descangallado, creencia profunda de que lo que hace es super copado, y omisión deliberada de los obstáculos naturales y/o sociales que le sugieren que se vaya a su casa.

Eso pensé ayer, mientras una "hacetelera" se sacaba la minifalda, se ponía un minishort rosa flúo sobre las calzas, comprobaba que su corpiño estaba a punto de explotar como siempre, le recomendaba al amigo que se la quiere encarar que rompa una rama de un árbol que molestaba para trabar la tela —consejo que fue seguido al pie de la letra—, invitaba a niños para que se enroscaran como ella, se trepaba y quedaba con la cabeza (y los pechos) hacia abajo, mirando a los amigos embobados, los que estaban plantados en la tierra.
Hace algunos años comencé mi campaña contra la murguera; hoy, quiero avisarles de la metamorfosis, pero sepan que el enemigo sigue intacto.