lunes, 14 de marzo de 2011

Lectormento

Ocurre pocas veces en el año. Y justo tocó hoy, día en el que empecé con todas las obligaciones tediosas a la vez. Parada en el subte, con un olor nauseabundo circundante, la vi: estaba contenta, entusiasmada diría. Le faltaba poco. Yo me di cuenta y esperé que prosiguiera el curso que las letras le estaban dando. La verdad, tardó un poco más de lo pensado, sobre todo teniendo en cuenta el tipo de actividad. Pero, al final, lo logró:

UNA PERSONA TERMINÓ UNO DE LOS MALDITOS LIBROS INFINITOS E INNECESARIOS DE DAN BROWN*

y se quedó leyendo la contratapa para ver si ahí estaba la gracia o el truco que permitió el robo literario. Todavía sucede.

* "Autor" de los insufribles volúmenes que tienen 400 páginas y su historia se solucionaría todo lo bien que se pueda (o pudiera) en 80. Entre estos casos, se cuentan El Código Da Vinci y El símbolo perdido, que es el que estaba leyendo la protagonista de este post.

2 comentarios:

Luciano Saracino dijo...

Siempre me extrañó sobremanera la gente que termina de leer un libro largo en un transporte público.
No sé... ¿no hay un lugar más íntimo para terminar una relación que —seguro— tuvo sus momentos buenos?
Una vez, en Italia, una chica terminó de leer en un tren un libro de Isabel Allende. Y lloró y todo.
No entiendo... Francamente no lo entiendo...

Anónimo dijo...

el otro día empecé ese libro jaja... 600 no 400 páginas... es simplemente boludo :P