Ella, la que nunca dio una clase en serio, la que dedico 30 minutos para contar que se había separado, que no podía vivir sin internet y que, mientras estaba en la bañera, esquivaba a la madre cuando la llamaba por teléfono. Ella, la que coordinó una ronda de datos personales inútiles (¿tenés blog o fbk?; ¿tenés casilla de e-mail?; ¿bajás música?) al son de pasarse una pelota de goma eva que tenía dibujado el mundo, y no te dejaba empezar a hablar si no la tenías en la mano. Ella era quien tenía que tomarme un final, y comenzó:
—¡Ay, pero qué letra de loca que tenés! ¡Terrible, letra de muy loca!
Eso no fue todo. También se encargó de finalizar del siguiente modo:
—¡Qué fea tu foto carnet! Miren la libreta universitaria, ¿qué te pasó en esa foto?
Así descubrí que ella, una especie de flan tecnológico con mirada vacuna, a la que no se le cayó una idea en 4 meses de interacción, todavía tenía más observaciones brillantes para hacerme. Convencidísima de que su fucking materia, en el marco de un profesorado soporífero, traería la revolución de la igualdad y la inteligencia, no aceptó mi escepticismo, tanto como yo no acepté su presencia. Nos tuvimos que soportar, y así terminamos.
3 comentarios:
jajaja un profesorado profundamente soporífero, de eso doy fe
y materias increiblemente flatulentas que se creen son encantadoras, de eso también doy fe
Y bueno... eso le pasa por hacer profesorados. Y -encima- soporíferos. ¿Donde quedaron los tiempos en los que la gente obtenía un título y con él, se largaba a trabajar y a vivir de lo que había estudiado? Ahora pusieron la trampa del posgrado, el profesorado, la maestría, el doctorado, etc. ¿Usted compró la trampa? Y bueno... jodase, Insolada. Y se lo digo con el mayor de los respetos, pues creo que usted está para más que bancarse un profesorado soporífero.
Profesorado? qué me perdí? y largue nombres, nomás!
Publicar un comentario