En un viaje de subte, hay muchas cosas por las que reflexionar, por ejemplo:
* Cómo y por qué metamorfosearon los vagones comprados a Japón, que en sus tiempos mozos (en Argentina) todavía ostentaban las publicidades niponas.
* Quién es el dibujante de los peluches con ojos gigantes que te reparten los chicos en almanaques y estampas.
* Si el conductor, cuando con celeridad se introduce en su cabina para iniciar el recorrido, se hace alguna película personal sobre expediciones a regiones desconocidas.
* Por qué las formaciones con micrófono y altoparlantes no improvisan una radio subterránea, o descollan con algún delirio en el momento de anunciar la llegada a una estación.
* Cuál es la razón por la que, habiendo tanta gente que tomó aprensión a este medio de transporte porque en mitad del camino los hicieron bajar y caminar al costado de las vías, a mí no me haya tocado nunca semejante experiencia y sí todo lo aburrido: detenerse 15 min en la estación, esperar 20 min que llegue un subte, llegar a la boletería y que se haya suspendido de improviso, etc.
Sin embargo, hoy me atacó la nostalgia: el primer vagón se inundó del perfume característico de los "papeles carta", que quienes hayan sido niñas pequeñas hace 18 ó 20 años habrán conocido y coleccionado: un aroma dulce y artificial, que podía ser tanto de flores desconocidas como de tiendas paquetas, que acompañaban los papeles impresos en tonos pastel. Yo tenía una carpeta inmensa, llena de modelos diversos, que un día abandoné por la practicidad y portabilidad (¿se dirá así?) de las compilaciones de stickers autoadhesivos. Una buena metáfora de reemplazo menemista.
5 comentarios:
Me gustó.
Pato: gracias.
excelente besos laura
Me sentí interpelada por esos de los que odian los subtes... esa soy yo... claramente... odiando subtes jajaja
Me encantan los subtes y las cosas que mencionás de ellos son las que me hacen subir cada día que el subte está entre algunas de las opciones de transporte.
Sin embargo, lo que apuntás de los altoparlantes me parece fundamental:
—Señores pasajeros: estamos pasando por las estaciones Pasco y Alberti. Si miran bien, verán fantasmas en las vías.
ó
—Señores pasajeros: la que viene es la estación Saenz Peña. Pero ni se les ocurra ir al baño porque hay un degollado que no quiere abandonar el recinto.
ó
—Señores pasajeros: ¿adónde van los que se bajan el Varela?
Igualmente, banco a muerte al conductor de la línea B que, cuando el tren va hasta las manos, sugiere desde su cubículo:
—Señores pasajeros: se les recomienda cuidar sus pertenencias. Hay entre nosotros muchos amigos de lo ajeno.
¡Y es posta!
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