En un curso intensivo de metodología cualitativa, las referencias a la maravilla de la diversidad no dejaban de sucederse. Reflexiones etnográficas, las revelaciones de historias de vida, la revolución de investigar sin presupuestos y demás delicias que nos hicieron pensar a muchos que la dimensión desconocida se estaba abriendo ante nosotros y que, encima, nos iban a dar la llave para que entrásemos y saliéramos a gusto. Estaba a punto de solicitar medicación para tolerar tanta alegría y respeto por la creatividad metodológica cuando uno de los docentes mostró la hilacha:
—Bueno, es cierto que hay que encontrar un modo de comunicarse con el otro que muestre cercanía y no lo incomode. Aquí, en nuestro instituto, hay muchas historias divertidas de compañeros investigadores que se disfrazaron para ir a trabajar al conurbano, porque sí, porque no se puede ir como uno está todos los días.
¿Se habrán puesto joggins con pitucones de telas estampadas, cosidos con puntadas largas que se ven en los bordes? ¿Se pintaron la cara con corcho quemado? ¿Se tiñeron de rubios y se dejaron las raíces negras a la vista? ¿Se llevaron una olla grande y abollada en lugar de un taper con espárragos y queso azul? Mi esencia lanusense se burbujeó todo el resto de la tarde. Qué peligro el de los investigadores que sólo salieron de Capital Federal cuando supieron cuántos, cómo y a qué hora entrevistar a sus estrellas de tesis.
1 comentario:
Cuántas preguntas sin respuestas...
Se habrán vestido de vos?
Los que investigamos Paraguay, tendremos que vestirnos de Lugo? o se Kurupí? cuánto miedo me da todo esto jajajaj
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