Cuando yo fui al jardín de infantes, la elección del turno escolar se realizó en virtud del deseo: turno tarde, para dormir y no pasar frío a las 7 am.
Cuando mi hermana fue al jardín de infantes, la idea imperante (totalmente ajena a nuestras inclinaciones naturales) se basó en la necesidad de ser ordenados, disciplinados, de acostumbrar a los niños a la mañana y a "lo bueno que es que después les quede todo el día libre" (¿para qué sirve eso cuando uno tiene 4 años?).
Pues bien, sucede que mi padre quedó a cargo de cumplir con el horario matutino de mi hermana, porque mi madre salía más temprano a trabajar. Como corresponde en mi línea consanguínea, llegaba siempre tarde y muchas veces acompañado por mí, ya sea para hacerle pata frente a la maestra —que miraba el reloj con reproche—, o bien para que yo le hiciera acordar de llevar a la escuela lo más importante: mi hermana.
Un día, mi padre se infló y decidió sincerarse. Reproducción de diálogo:
Maestra: ay, ay, papá, siempre tarde con Marianela.
Papá: y sí, ¡llegamos corriendo!
Maestra: a ver si organizamos los horarios, ¿eh?
Papá: lo que pasa es que, si hay que levantarse temprano, lloro.
Maestra: "llora" querrá decir, que si la nena tiene que levantarse temprano, llora.
Papá: no, dije bien; yo lloro si tengo que levantarme temprano. La nena está perfecta.
Chan, chan I.
3 comentarios:
Laura, y vos cuando le hacías la pata a tu papá ,también llorabas o estabas perfecta?:(
Ja! Típìco caso de Honestidad Bruta, che....
Así que viene de ahí la cuestión de la tardanza, eh?
Levantarse temprano no es bueno ni a los 4 años ni en ninguna de las edades posteriores.
Cuán de acuerdo estoy con tu padre...
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