lunes, 27 de julio de 2009

Sonambulante

Cuando yo fui al jardín de infantes, la elección del turno escolar se realizó en virtud del deseo: turno tarde, para dormir y no pasar frío a las 7 am.
Cuando mi hermana fue al jardín de infantes, la idea imperante (totalmente ajena a nuestras inclinaciones naturales) se basó en la necesidad de ser ordenados, disciplinados, de acostumbrar a los niños a la mañana y a "lo bueno que es que después les quede todo el día libre" (¿para qué sirve eso cuando uno tiene 4 años?).
Pues bien, sucede que mi padre quedó a cargo de cumplir con el horario matutino de mi hermana, porque mi madre salía más temprano a trabajar. Como corresponde en mi línea consanguínea, llegaba siempre tarde y muchas veces acompañado por mí, ya sea para hacerle pata frente a la maestra —que miraba el reloj con reproche—, o bien para que yo le hiciera acordar de llevar a la escuela lo más importante: mi hermana.
Un día, mi padre se infló y decidió sincerarse. Reproducción de diálogo:

Maestra: ay, ay, papá, siempre tarde con Marianela.
Papá: y sí, ¡llegamos corriendo!
Maestra: a ver si organizamos los horarios, ¿eh?
Papá: lo que pasa es que, si hay que levantarse temprano, lloro.
Maestra: "llora" querrá decir, que si la nena tiene que levantarse temprano, llora.
Papá: no, dije bien; yo lloro si tengo que levantarme temprano. La nena está perfecta.

Chan, chan I.

3 comentarios:

Junior dijo...

Laura, y vos cuando le hacías la pata a tu papá ,también llorabas o estabas perfecta?:(

Andre dijo...

Ja! Típìco caso de Honestidad Bruta, che....
Así que viene de ahí la cuestión de la tardanza, eh?

MaGui (Sí, sí... la misma) dijo...

Levantarse temprano no es bueno ni a los 4 años ni en ninguna de las edades posteriores.
Cuán de acuerdo estoy con tu padre...