miércoles, 8 de abril de 2009

Marroquinería

Sin pensar en el peso justo y correcto, en la ropa nueva y de canje, en el maquillaje premium a cualquier hora, en el peinado deslumbrante en pleno horario laboral, en las botas de última moda, en su celular hipertecnológico y en su talle -10 de pantalón, hay algo más que diferencia a las promotoras-modelos de las mujeres mortales que vagamos por las calles: la cartera. Sus bolsos de mano parecen disneylandias del make-up, a la vez que concentran la mayor cantidad de cosas apiñadas con el máximo de glamour. Si no creen que sea así, piensen en la siguiente comparación:

Cartera de promotora-modelo: contiene un frasco recién obsequiado de perfume importado.
Cartera de mujer mortal: en el portacosméticos tiene una muestra gratis que le dieron por la calle.

Cartera de promotora-modelo: tiene neceser.
Cartera de mujer mortal: como ha sido mencionado recién, tiene portacosméticos (en lo posible, regalado por su madre).

Cartera de promotora-modelo: su base de maquillaje es cubritiva y luminosa, aireada y de fácil esparcimiento. El cutis queda como el de una quinceañera bendecida por la ignorancia del acné.
Cartera de mujer mortal: la base de maquillaje que guarda por ahí tiene olor a tierra, aporta un naranja dudoso al cutis y no hace más que acentuar la dermatitis por el estrés.

Cartera de promotora-modelo: tiene un cargador de celular para no perderse ningún aviso.
Cartera de mujer mortal: su celular, agonizante, se apaga minutos antes de recibir el llamado de la fortuna.

Cartera de promotora-modelo: es grande, grandísima, pero queda perfecta, aun cuando la chica modele para gráfica y mida 1,20 m.
Cartera de mujer mortal: es grande, grandísima, y deforme.

Cartera de promotora-modelo: no contiene carilinas, sino kleenex.
Cartera de mujer mortal: tiene un cúmulo de papel tisú robado de los dispenser de los baños buenos.

Cartera de promotora-modelo: cuando busca en su interior, cada movimiento de las manos sirve para develar un objeto aún más codiciado que el que recién se mostró.
Cartera de mujer mortal: cuando busca en su interior, cada movimiento de las manos sirve para acrecentar la vergüenza por los zoquetes de nylon que se sacó al mediodía, por las galletitas que se pulverizaron entre las páginas de la agenda, por la media barrita de cereal comida el año pasado y por la explosión de la única birome con la que se contaba para el resto del día.

Cartera de promotora-modelo: nunca tiene lapicera, así que no mancha su cartera y, en las pocas ocasiones en las que precisa escribir, solicita un bolígrafo y siempre lo encuentra.
Cartera de mujer mortal: siempre tiene una lapicera estallada en la cartera, la que se mancha desde el instante del siniestro, y cuando busca una birome de préstamo, tiene alrededor muchas modelos que no tienen para prestarle y ya cuentan con el segundo bolígrafo de los únicos previsores.

Tranquilas, mujeres mortales: algún día el mundo será nuestro y con nuestras carteras bizarras al hombro conquistaremos la Tierra. Ese día, sólo flores saldrán de nuestros bolsillos internos con matapolillas y el olor a pis de gato en la base de los bolsos —regalo de algún felino bienaventurado con sed de cópula— será sólo un recuerdo. Esperemos con fervor ese momento tan ansiado.

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