Los hice escenario de mis observaciones yerbateras,
soporto con estoicismo sus elecciones radiales, que van desde el predicador evangelista hasta el insoportable Arjona, pasando por cumbias villeras cuyos localismos nos hacen poner colorados a los lugareños, pero a ellos no se les mueve ni un pelo,
hasta me animé a comprarles crema y margarina, teniendo en cuenta la leyenda urbana sobre el apagado diario de heladeras,
hago la vista gorda frente a esas ofertas inexplicables de ultratumba,
sé que son mi única opción en el barrio y por eso me muestro cordial y simpática,
¿era necesario que el supermercado chino de la vuelta de mi casa me vendiera —sin ticket, offffcorssssse— un vino picado como un contagiado de viruela, asqueroso y con un color de jarabe que arruinó mi sábado a la noche, en una reunión donde yo era la única bebedora?
La falta de alcohol cuando nadie más podía proveérmelo me asestó un golpe al corazón. Todavía no volví a esa proveeduría oriental. Aún no he logrado sobreponerme.
3 comentarios:
Eh!!! Pero si nos tomamos unos daikiretes ricos, ricos!!!!
Y haasta te diría que yo tomé ma´s que vos!!! quién nos ha visto y quién nos ve!!!
Creo que para el próximo intento borracheril sale el vino, entra el daikiri, así .... así nos será mucho ma´s fácil!
Beso!
es más que común ese suceso...
"Vendemo todo picalo y podrilo pelo balato es su lema"
Che, pero esa no fue la noche donde hice daikiri de peras y logramos que hasta Andrea bebiera del mismo? Soy la fabiana cantilo del rock nacional, me viven ninguneando, a mi y a mis bebidas.... enojo, mucho enojo.... un dia de furia
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