Aunque la ciudad también es un escenario para este tipo de catástrofes, la playa se ofrece con toda generosidad a la observación jamás participante (¡la deidad nos libre!) de ese fenómeno de debacle conyugal que se divide en dos manifestaciones igualmente espantosas:
1. Las parejas que se visten con prendas de azul marino y blanco.
2. Las parejas que se han comprado dos equipos de gimnasia idénticos con variaciones de color.
A lo que podríamos agregar una situación aún más horripilante, que aquí se denominará "3":
3. Las parejas que se han comprado dos equipos de gimnasia idénticos, en tonos azul marino y blanco, con pequeñas variaciones de estilo.
Eso demuestra, decididamente, la agonía de la autonomía necesaria para la supervivencia (y para la convivencia, es decir, para la super-con-vivencia).
Roguemos todos, otra vez: que la deidad nos libre de ese desenlace funesto para nuestros amores.
2 comentarios:
la ciudad sin Laura...Francisco Luis Bernardez...un masita al que le tuve que enseñar a escribir
Su metodología para analizar el terror del mal gusto en nuestras sociedades consumistas modernas es admirable.
Saluditos metodológicos.
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