Villa Gesell es una ciudad fantasma en esta época del año.
Suelo engolosinarme con la idea de que, con una buena ganzúa, podría hacerme un café en todos y cada uno de los bares cerradísimos de este lugar, pero lo cierto es que nos costó un montón encontrar un lugar que nos diera un maldito sandwich de milanesa y el último colectivo, el de las 00:20, se nos escapó cuando nos faltaba una cuadra para llegar a la parada.
Nos quedan 30 cuadras para llegar al departamento.
No hay taxis ni remises a la vista.
Pero, la verdad, está buenísimo.
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