Finitos, livianos, azules y como de silicona.
Tal vez cansados de que los usuarios transgredan la prohibición de chateo y escriban mucho en vano, en la Sala Multimedia de la Biblioteca del Congreso de la Nación los teclados son tan incómodos como insólitos, porque impiden el tecleo y cansan terriblemente los dedos.
Hasta aquí llegué recién, escapando de la posibilidad de esperar a mi demorática madre bajo el sol de la plaza, pero ningún refugio es del todo bueno. Eso lo estoy aprendiendo con las sesiones de Lost (primera temporada) que se han inaugurado en la casa mientras no lleguen los instaladores del videocable.
Mis dedos cansados piden, también, dejar de tipear como marineros (dejando un contacto en cada cyber) y volver a la fidelidad internetiana. Consideran, igual que yo, que el desafío del teclado de goma azul es una afrenta demasiado severa para la paciencia y la motricidad.
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