viernes, 11 de noviembre de 2011

Indignidad I

Ella se pone de cuclillas, con las rodillas separadas, y busca incansablemente entre las cajas vacías. No encuentra lo que quiere, y vuelve a la silla. Al final del encuentro, repite el movimiento porque no se convence, pero la verdad es que no hay más.
Hay muchas muestras que aseveran que las embarazadas nos sumergimos en niveles insospechados de humillación por un obsequio prenatal, pero posiblemente ese indicio nunca sea tan violento como cuando se acaban los chupetes de regalo al inicio del curso preparto. Basta que un visitador de marcas para bebé haga su aparición al final de alguna clase para que la inquietud de no quedarse sin "el presente" se vuelva respirable. En esa ocasión, cuando aquella embarazada perseverante buscó al principio y al final de la charla una caja llena entre los cartones sin premio, le agradecí por cuenta de ella al destino que estemos en una suerte de confianza hormonal, que hará que ese escarnio pase un poco desapercibido. Pero la verdad es que me dio pena. Yo sí tengo mi chupete rosa, y estoy doblemente indigna al sentirme contenta por eso.

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