domingo, 2 de octubre de 2011

Amor

Hay momentos en los que los hombres deberían agradecer que su pareja no es asesina serial, porque muchas veces parecen colegialas espantadas, con remera mojada y sin soutien, que corren justo en la dirección donde van a encontrar a Jason. Hoy, luego de una sesión incontenible de reproches sobre las lealtades desequilibradas y en un momento donde disfrutaba del silencio y la concentración, viene él y me dice:


- ¿Te animás a ponerme este arito?
- ¿Eh? ¿Un arito? ¿Tenías agujerito en la oreja?
- No, por eso te lo pido; éste es un abridor y está lindo, chiquito, no?
- ¿Puedo saber quién te dio ese arito?
- Luis, que se puso uno y me dio el otro, diciéndome que como amigos que somos correspondía que usara el otro arito. ¿Me lo ponés? Acá tengo hielo.

De más está decir que califiqué de manflora, infantil y altamente inoportuna esa demanda. Desde que tengo 9 años que no juego con ninguna amiguita a la media medalla, y este pedido afrancesado de mi pareja presuntamente heterosexual me hizo confirmar mi idea sobre el opacado enamoramiento que los hombres tienen con sus mejores amigos; muchachos, alguna vez tendrán que asumirlo, y así tendrán la saludable costumbre de ponerse los abridores entre ustedes.

4 comentarios:

Sofía dijo...

jajaj que genia! buen ejemplo para explicar tu punto. estoy de acuerdo!

Adrimosar dijo...

Sin comentarios!
Basta de esos pedidos afrancesados
Besos Lau (y Male)

MaGui (Sí, sí... la misma) dijo...

Claro está, cuando blanqueen sus preferencias podrán hacerse los piercing entre ellos. los querremos igual, sólo que sabremos que primero el amigo, luego el otro amigo, luego el futbol, luego la madre y luego nosotras

DemasiadoListas dijo...

jaja tal cual! Lo que decís vos y el comentario de Magui!!! tal cual!!!

(M)