martes, 15 de junio de 2010

Caballosos

Podrán quejarse de los colectiveros, de los programadores de computación, de los ingenieros o de los traumatólogos. Pero la variedad de hombres menos caballeros del mundo, sin duda, es la de los "académicos" (englóbese aquí a los becarios e investigadores en todas sus adscripciones y grados, no necesariamente a los hinchas de Racing). Ellos:
* pueden fisurarte una costilla de un codazo, si pasa un canapé cerca en el break de un encuentro;
* pueden tapar una pregunta tuya con una observación pretendidamente sesuda pero que en verdad se corresponde con otro adjetivo terminado en "uda"
* nunca te van a dejar paso en el ascensor de puerta automática, que cierra pronto, así como jamás van a cerrar la pesada puerta corrediza de los elevadores más antiguos;
* se olvidan de tu nombre y de tu presencia si, en el transcurso de una conversación, ven pasar a una vaca sagrada de las ciencias sociales, a quien le pueden pedir una participación en su próxima revista o libro.
Hoy, en un congreso tan aburrido como inútil, me encontré con uno de ésos. Peinado prolijo, pendrive colgado del cuello con un cordón, pantalón más subido de lo aconsejable y 72 diapositivas para explicar en 12 minutos aprox. Cuando finalizaron nuestras exposiciones, me dijo que no sabía cómo volver a Capital Federal, así que "si no me molestaba" iba a imitarme en la elección del colectivo. Yo estaba sumamente apurada porque quería llegar a gimnasia (y sí), pero me pareció poco solidario no esperarlo a que retire su certificado, que compre agua mineral y que decida que era un momento propicio para cruzar la calle. Pasó el 88, que me dejaba genial en la puerta del gimnasio, pero me dije que tenía que ayudar a este buen desorientado. Llegó un 96 —colectivo en el que confluíamos—, pero que iba por autopista: a él le servía y a mí no. Lo puse a prueba: "andá vos, que te deja bien; yo tengo que esperar el otro". Ni lo dudó: contó sus monedas, me preguntó 3 veces dónde tenía que bajarse y partió sin decir ni chau. Yo tuve que esperar 10 minutos más la llegada del 96 correcto, y me perdí la clase de gimnasia.
Podrán quejarse de los colectiveros, de los programadores de computación, de los ingenieros o de los traumatólogos. Pero la variedad de hombres menos caballeros del mundo, sin duda, es la de los "académicos".

4 comentarios:

Azul dijo...

no se si es caballerosidad eso....es simplemente un maleducado...o con poca inteligencia social como dicen.......yo prefiero decirles salames.

Ah, no es una cuestion de genero, las mujeres tb tienen lo suyo.

Flor G. dijo...

En mi facultad, son como el show de Tinelli pero con menos plumas y purputina, mas canosos y arrugados, y más ropa.
De todas formas, las dsputas, están casi al mismo nivel.
A veces rayan lo ordinario.
Y estoy hablando de personas que tienen "PHD" en la Brighton University...

En fin...

La profe dijo...

Dios mío! (Que se me permita hacer foco en otra cuestión transversal que no es la malaeducación o sí), a saber: exponen en congresos, hacen posgrados, tienen en pendrive colgado de cuello, pasan diapos, ponele que te citan a Gramsci, etc... etc... etc ... ¿y después no me sabés volver a la capital, pelotudazo? Cuanto mal hace a veces la academia, el tupper universitario!!!

La profe (hoy, rebelde y con los huevos al plato de ese tipo de gente)

Laura dijo...

Azul: sí, efectivamente es un salame, y apreciamos su postura de género con respecto a que nosotras también tenemos nuestras peculiaridades. Pero lamento decirle, amigo, que somos muchas en este blog. Considérelo, nomás. Beso!
Flor G.: en mi espacio, son exactamente así. El antídoto es imaginarlos, con todas las características que describiste, usando bikini brillante y casco de plumas. No falla.
Profe: la próxima vez, vamos juntas y lo "deliramos" en conjunto. Porque éstos son los que hablan de diversidad y conexión con los sectores populares, pero cuando tienen que ir al conurbano se ponen doble ropa interior. Patéticos.