—¿Qué pasa con ese revoleo de ojos? No me gustan los demás fiambres, así que sólo te voy a pedir jamón y queso. Vos sabés que siempre es así.
—...
El fiambrero oriental del supermercado ídem odia que me acerque a su mostrador, porque detesta que le pida siempre lo mismo: 100 gr. de jamón cocido y 150 gr. de queso de máquina. En anteriores ocasiones completó mi pedido antes de que lo dijera, con el fin de demostrarme lo rutinaria que estaba siendo en materia de fiambres, pero es inútil: sólo compro sus ofertas cuando hago empanadas o un tostado a la ligera. Los demás fiambres me pasan desapercibidos. Y él pide un poco más de aventura en mis listas: el desafío del matambre que se desarma, la dureza de la bondiola, la asquerosa trayectoria de la mortadela o del pastrón. La última vez, un revoleo ocular dio cuenta de su hostilidad hacia mis necesidades. Y no tuve más remedio que explicitar la situación, para dejar las cosas claras y no crear falsas expectativas.
2 comentarios:
laura nadie te tiene que imponer lo que tenes que comprar vos sos la que decidis besos
jajajajajajajajajaja
Me gusta mucho como describís estas situaciones micro-cotidianas, desde el humor.
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