En un viaje aburridísimo en el 86, él pasó por todas las instancias humillantes del approach.
Ella era una ex compañera suya de trabajo, que había pedido el cambio de dependencia para lograr un mejor horario. Y no reparó en que lo abandonaba a él, claro. Él sigue creyendo que ella lo extraña, pero que no tuvo otra alternativa. Y ahora la tiene ahí, hombro con hombro en el travesaño central del colectivo. Su derrotero incluyó los siguientes mojones:
a. Declaración a la que se le resta interés
Suele ser coronada por un "aaaaaah, buena, nah" dicho rápido y sin decisión. Se incluye en momentos tales como:
Ella: no, bueno, el trabajo anterior era mejor, sí.
Él: claro, porque estaba yo, aaaaaah, buena, nah.
Ella: ja, ja, no, lo que me pasa ahora, en el nuevo laburo, es que...
Él: sí, que me extrañás a mí, aaaaaah, buena, nah.
b. Flexibilidad de género
Ella no quiere apercibirse de las intenciones de él. Por eso, le habla como si fuera una amiga. Tanto, que hasta llega a confundir su adscripción sexual:
Ella: te juro, estaba re-cansada, boluda! Ay, boluda no, perdón, boludo.
Él no se amilana y, en lugar de mirarla con odio, se siente repentinamiente histriónico y practica el estereotipo afeminado (también llamado "estilo Gianola"):
Él: ay, boluda, mmmh, sí (golpeteos con la mano y meneos de cabeza).
c. Repetición del modito poco gracioso y bastante idiota
El "mmmh" gianolesco continúa presente en el resto de la charla. Ella no presta atención a este derroche de humorismo.
d. El regalo para el olvido
Él convierte un encuentro casual en un escenario de dádivas. Una de ellas es el regalo que pensó especialmente según sus gustos. En este caso, era una caja de habanos (?), que ella guardó en su cartera diciendo gracias sin besos. Por supuesto, no lo invitó a fumar juntos.
e. El regalado para el olvido
Ella: ¿dónde te bajás? ¿En Nazca o en Cuenca? (aclaración: Cuenca es una parada que está 4 cuadras más lejos en el recorrido).
Él: me da lo mismo, pero me bajo en Cuenca.
¡Error! Si hubiera dignidad, después de todo lo sucedido, por lo menos tendría que bajarse en la esquina más cercana.
Ella: ah, qué bueno, mejor.
¡Ajá! Podemos suponer que le brindará algo de sí (un beso, por ejemplo) cuando esté próximo a bajarse.
f. El acuerdo subordinado
Él, con tal de encontrarla de nuevo, está dispuesto a esperarla media hora en los horribles andenes de subte. Así se lo manifiesta:
Él: bueno, entonces si te tomás el A en esa estación, te espero con los chicos.
Ella: pero yo salgo más tarde, no van a querer esperar tanto.
Él: ¿pero cuánto es?
Ella: y, 15 minutos, o 20.
Él: ah, no es nada. Si se van, yo me puedo quedar.
Listo, hombre agusanado. O ella le da un beso ahora y se quieren para todo lo que consideren "siempre", o se vuelve el muchacho menos atractivo de la extensa Rivadavia. Esperé el desenlace muy cerca de ellos, dado que el colectivo estaba atestado y casi me fumo uno de sus habanos guardados sin precisar de humo.
Él se bajó amagando, esperando el momento en que ella lo saludara con algo de amor. Pero su ninfa habanera sólo le ofreció la mejilla, donde pudo estampar un beso, y lo dejó ir. Cuando él se perdió por la calle, la miré para ver si lo seguía con los ojos, si sonreía o si suspiraba. Nada. Nada de nada.
1 comentario:
En la instancia b, el tendria que haber desistido, tener un poquito de orgullo; y de ultima planear nuevas estrategias para futuros encuentros
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