Ahora que todos los invitados han terminado el libro de la Coca Sarli, la enciclopedia de suicidas y los diarios del día que a veces reposan ahí, suelo tomar una de las
Playboy que compra mi concubinovio y llevarlas al baño porque me parecen una buena lectura al paso para ese ambiente. Sé que muchos varones coincidirían conmigo, pero es claro que mis razones son bien distintas.
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