Voy caminando y veo cada una de esas trayectorias.
De arriba hacia abajo, ondea un poco y amenaza con el estallido, pero finalmente se destroza por dentro contra la vereda, manteniendo sus límites que se expanden un poco, se achatan y finalmente dibujan una forma indefinible y algo asquerosa sobre las baldosas. Su consistencia genera un poco de inquietud pero hay algo en su sabia naturaleza que impide su desparramo. No obstante, pese a las demostraciones de resistencia del polietileno, todavía no puedo creer la multiplicación espontánea de estúpidos culopesado que arrojan su bolsa de basura diaria desde el balcón. Se merecerían una cama elástica invisible que les devuelva sus residuos y se los estampe en la ventana, plenos de olor, colores inequívocos y texturas insoportables.
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