jueves, 30 de abril de 2009

Convergencia

Después de siglos de discurso astrológico y de bregar por el reconocimiento de las particularidades de cada signo del zodíaco, los horoscoperos pueden sentirse verdaderamente frustrados. Sean verdades o mentiras las características pregonadas, a todas las personas —sin distinción astral— se les ha impregnado la misma síntesis de su perfil:

—Ah, sí, yo soy divino/a, buenísimo/a, pero cuando me enojo se pudrió todo. Si te quiero, te adoro, y si no te quiero, es imposible que mejoren las cosas. Es así: si me caíste bien te doy todo, pero cuando me caíste mal soy el/la peor de todos/as.

No es sólo que la coincidencia provoca una homogeneidad pastosa y aburrida, sino que este alcoyana-alcoyana revela una inflexibilidad muy poco constructiva, ¿no?

domingo, 26 de abril de 2009

Confesionario

En fines de semana como éstos, en los que mi performance nocturna me hace desmerecer mi pretendida permanencia en la década del 20, tiendo a acordarme de personas que, los viernes y los sábados a la noche, suelen tener una vida más triste que yo.
Y me acordé de la farmacéutica de noche que atiende en la Santa Ana, imperio del genérico que está abierto las 24 hs. en J. B. Justo y Nazca (Flores).
Su cualidad de "siemprelista" se paga con una cuota de sadismo que nadie elude y que se acrecienta con la privacidad implicada en el medicamento solicitado, sobre todo porque la especialista en cuestión hace preguntas profesionales a los gritos, desde las estanterías del emporio que están a unos 8 m. de la ventanita de atención. Si no se entiende bien lo que escribo, hagamos una serie de suposiciones:

1. Joven apresurado en busca de profilácticos, que dice bajito porque al lado está su cita:
—Sí, por favor, una caja de preservativos.
(la señora sale hacia la despensa y desde allí se acuerda de consultar)
¿Prime, Camaleón o Tulipán?
¿Texturados o con tachas? ¿Con gusto a frutilla o de banana?
¿Caja grande o chica?
Mirá que salieron unos extralarge, ¿esos no te convienen, no?

2. Adolescente con ojos enrojecidos que pide un colirio o algo contra la irritación:
—Hola, sí, ¿tenés algo para que los ojos no me ardan?
(la señora sale hacia la despensa y desde allí se acuerda de consultar)
¿Fumaste marihuana o es porque estuviste mirando mucho porno?
El Poringa te arruina los ojos, ¿vos estuviste mucho tiempo frente al monitor?
Mirá que esto no se puede combinar con alcohol ni con drogas, ¿eh?

3. Mujer afligida que busca producto para prurito de "ahí"
—Sí, estaba buscando la crema blablabla, por favor.
(la señora sale hacia la despensa y desde allí se acuerda de consultar)
¿Pero eso es por irritación vaginal o por alguna urticaria genital, no?
¿Hace mucho que lo tenés? Porque puede ser alguna otra cosa más grave.
¿Te lo vas a aplicar por fuera o por dentro?
Mirá que si es por dentro te tengo que dar otra cosa, ¿eh? Esto no es para introducir porque hace peor.

Esta misma situación se repite con el producto incómodo que se les ocurra: pañales para adultos, pegamento para dentadura postiza, pomadas contra los hongos, viagra, píldora del día después, antihemorroidales, supositorios y enemas.
La salud es mucho más cara de lo que pensamos. Que alguien la detenga.

lunes, 20 de abril de 2009

QuiénSigue?

Con la llegada de la adultez, comprobé que mi modo de gestionar trámites es netamente argentino.
Todos los que compartimos esta nacionalidad sabemos de qué se trata ese arte burocrático-administrativo que no puede explicarse bien con palabras y que, además, suele ser idiota en su origen, perezoso en su desarrollo y más o menos grave en su desenlace.

jueves, 9 de abril de 2009

Suavemente

Se adelantaron las elecciones, el dengue convierte al país en un paraje apocalíptico, hay idiotas que recrean oposiciones religiosas construyendo muros endebles e ilegales, la Semana Santa se llena de micros en las rutas, yo tengo una conjuntivitis apestosa y "hoy juega Boca", tal como me dijo mi concubinovio, bloqueando así cualquier sugerencia outdoor. No obstante, Insolada sabe dónde está la noticia y revela que todo lo anterior no son sino giladas para desviar a la opinión pública de lo importante:

Elvis Crespo, cantante feo y anodino si los hay, está afrontando un problemón por masturbarse al lado de una mujer escandalizable, en un avión, "días después de haberse casado" (¿hay una relación entre una cosa y la otra?).

Aunque la vida me está llevando lejos de esas maravillas experienciales y estas lecturas inútiles me hagan pensar que la lejanía argentina y la carestía de los pasajes aéreos restan vivencias para este blog, pienso quién queda peor con este lío: si él, supuestament lascivo e inoportuno, o ella, más parecida a una tía bigotuda que a una mujer ultrajada.
Elvis, si bien no estuvimos antes, cuando tu voz asquerosa copaba las radios y las fiestas, ahora sí nos mantenemos cerca tuyo (pero no demasiado, porque te engolosinás).

miércoles, 8 de abril de 2009

Marroquinería

Sin pensar en el peso justo y correcto, en la ropa nueva y de canje, en el maquillaje premium a cualquier hora, en el peinado deslumbrante en pleno horario laboral, en las botas de última moda, en su celular hipertecnológico y en su talle -10 de pantalón, hay algo más que diferencia a las promotoras-modelos de las mujeres mortales que vagamos por las calles: la cartera. Sus bolsos de mano parecen disneylandias del make-up, a la vez que concentran la mayor cantidad de cosas apiñadas con el máximo de glamour. Si no creen que sea así, piensen en la siguiente comparación:

Cartera de promotora-modelo: contiene un frasco recién obsequiado de perfume importado.
Cartera de mujer mortal: en el portacosméticos tiene una muestra gratis que le dieron por la calle.

Cartera de promotora-modelo: tiene neceser.
Cartera de mujer mortal: como ha sido mencionado recién, tiene portacosméticos (en lo posible, regalado por su madre).

Cartera de promotora-modelo: su base de maquillaje es cubritiva y luminosa, aireada y de fácil esparcimiento. El cutis queda como el de una quinceañera bendecida por la ignorancia del acné.
Cartera de mujer mortal: la base de maquillaje que guarda por ahí tiene olor a tierra, aporta un naranja dudoso al cutis y no hace más que acentuar la dermatitis por el estrés.

Cartera de promotora-modelo: tiene un cargador de celular para no perderse ningún aviso.
Cartera de mujer mortal: su celular, agonizante, se apaga minutos antes de recibir el llamado de la fortuna.

Cartera de promotora-modelo: es grande, grandísima, pero queda perfecta, aun cuando la chica modele para gráfica y mida 1,20 m.
Cartera de mujer mortal: es grande, grandísima, y deforme.

Cartera de promotora-modelo: no contiene carilinas, sino kleenex.
Cartera de mujer mortal: tiene un cúmulo de papel tisú robado de los dispenser de los baños buenos.

Cartera de promotora-modelo: cuando busca en su interior, cada movimiento de las manos sirve para develar un objeto aún más codiciado que el que recién se mostró.
Cartera de mujer mortal: cuando busca en su interior, cada movimiento de las manos sirve para acrecentar la vergüenza por los zoquetes de nylon que se sacó al mediodía, por las galletitas que se pulverizaron entre las páginas de la agenda, por la media barrita de cereal comida el año pasado y por la explosión de la única birome con la que se contaba para el resto del día.

Cartera de promotora-modelo: nunca tiene lapicera, así que no mancha su cartera y, en las pocas ocasiones en las que precisa escribir, solicita un bolígrafo y siempre lo encuentra.
Cartera de mujer mortal: siempre tiene una lapicera estallada en la cartera, la que se mancha desde el instante del siniestro, y cuando busca una birome de préstamo, tiene alrededor muchas modelos que no tienen para prestarle y ya cuentan con el segundo bolígrafo de los únicos previsores.

Tranquilas, mujeres mortales: algún día el mundo será nuestro y con nuestras carteras bizarras al hombro conquistaremos la Tierra. Ese día, sólo flores saldrán de nuestros bolsillos internos con matapolillas y el olor a pis de gato en la base de los bolsos —regalo de algún felino bienaventurado con sed de cópula— será sólo un recuerdo. Esperemos con fervor ese momento tan ansiado.

jueves, 2 de abril de 2009

Campaña

El devenir laboral hizo que, a partir de marzo, me levantase a las 6am tres veces por semana y, en esas mismas ocasiones, deba tomarme un colectivo a las 6,45am. Comprenderán el humor, el fastidio y el ánimo derrumbado que acompaña todas y cada una de esas travesías.
Aunque lo había anunciado en un post de hace casi un año —y no es mi intención repetir temas, aun cuando mi vida se vuelva cíclica y sin mayores novedades—, la conjunción de tiempo y espacio, a bordo del 180 (X155) se me ha vuelto insoportable por culpa de ellos, los que ponen música con su celular sin utilizar auriculares.
Si bien estoy evaluando que esa línea de transporte concentra a los pasajeros con menor coeficiente intelectual de la Capital Federal y aledaños, también me autoviolento cuando veo que todos los que escuchamos sus porquerías no le pedimos que apague ese aparato y se deje de joder. La tibieza argentina se actualiza en esos viajes, y ninguno de nosotros intenta modificar esa muestra de prepotencia tecnológica que, encima, toma la forma de una salsa o de un cumbiatón (cumbia + reggaetón) que amerita un botellazo craneal. Desde este humilde foro, luchemos para tomar medidas en forma urgente, y así volver a leer/dormir/vegetar/planear en los colectivos de la ciudad.
He dicho.