Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque después de caminar 4 cuadras empecé a sentir las ampollas y evalué la posibilidad de volver a casa y cambiarme los pepés.Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque llegué a la parada de colectivo y, luego de ponerme 300 curitas en los pies para aguantar, decidí que tenía que cambiar de calzado.Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque me saqué las sandalias y volví descalza a mi casa para ponerme algo más cómodo y menos agresivo.Pero no.
Podría decir que soy un desastre porque llegué corriendo, me lavé los pies y empecé a buscar las ojotas "de salir" que, como siempre, no estaban donde debería haberlas dejado.Pero no.
Diré que soy un desastre porque al salir corriendo de la pieza para buscarlas por el patio, me clavé hasta el fondo un enchufe de dos patas y, ahora sí, ni sandalia, ni ojota ni escarpín: reposo y muletas por unos días, y caminar como entre nubes por dos semanas.
"No podés ser tan freak", me dijo mi concubinovio, Luciano, luego de hacerme las curaciones, recuperar el nivel normal de su presión luego de ver el maremagnum sanguíneo y trasladarme en frazada por el pasillo del ph. Dado su lugar de testigo ¿privilegiado? de los hechos, considero que es una apreciación acertada.
En un próximo post, la serie fotográfica de mi mortecina planta del pie.